"Terencio llevó el té. Se puso después a preparar la cama, con lentitud, con un cuidado casi femenino, no olvidando nada, pareciendo querer asegurar, al señor, hasta la mañana, un descanso perfectísimo, un sueño imperturbable. Andrés le miraba con una conmoción creciente, en cuyo fondo había un vago sentido de pudor. Le dañaba la bondad de aquel viejo alrededor de aquella cama por la que habían pasado tantos amores inmundos; le parecía casi que aquellas manos seniles mezclaran todas las impurezas, sin saberlo."
domingo, 29 de julio de 2018
Gabriel D'Anunnzio. El placer, 1889.
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