El milagro de la transmisión
humana está en el rostro, confluencia decisiva de lo interno del alma y el bagaje de lo vivido más la frescura del presente. La capacidad de cambio expresivo da cuenta de la riqueza
vital del individuo. Existen caras que transmiten y guardan para sí en proporción
similar, otras, no transmiten emoción alguna y viven conscientes al mirarse en el
espejo de su inocuidad expresiva, si
bien, cualquier rostro puede transmitir dignidad independientemente de su
belleza o expresividad, más bien, todo rostro parte de una dignidad que es connatural
a todo ser humano, que únicamente con
nuestros actos podemos engrandecer o arruinar, pero ahí entra la moral.
Otros rostros caminan hieráticos
por las aceras de nuestras calles y esperan las luces verdes de los semáforos
en un silencio expresivo entre sórdido y misterioso; estos, a veces albergan mundos interiores que no exportan a
sus yertos rostros de facciones algo mundanas.
Los rostros que más me
estremecen son aquellos cuya inexpresividad es de una rotundidad semejante al
efecto de un gran muro oscuro y sombrío
cerca de nosotros, se cierne y nos abruma; no me refiero a esas caras de estética implacable pero interior rico aunque su aspecto sea pétreo en su tez; No, me refiero a los que nada expresan porque nada albergan, y es en este caso cuando uno puede distinguir, estremecido, un rostro como
simple morador de aquellas funciones vitales que le han sido asignadas: comer,
hablar…
Están Carentes de toda relación emotiva entre sus mentes y músculos faciales; o más bien, si no hay pensamiento, ¿ cómo va a haber gesto?, el gesto es pensamiento hecho acción sin pasar a la acción física propiamente dicha. Yo te sonrío y es acción de pensamiento; aunque no haga la acción de besarte, mi expresión facial logra dar salida a mi pensamiento como manifestación de mi deseo interno.
Están Carentes de toda relación emotiva entre sus mentes y músculos faciales; o más bien, si no hay pensamiento, ¿ cómo va a haber gesto?, el gesto es pensamiento hecho acción sin pasar a la acción física propiamente dicha. Yo te sonrío y es acción de pensamiento; aunque no haga la acción de besarte, mi expresión facial logra dar salida a mi pensamiento como manifestación de mi deseo interno.
Pero centrémonos, atesoremos a los
rostros que nos dan la alegría, que nos otorgan amablemente el interés por la riqueza de la vida y esa capacidad para sentirse vivo a través de
las almas-fuente. Si , estas almas son las dadoras por naturaleza, aquellas que
no guardan para sí y se convierten en fuentes de inspiración para el prójimo.
No en vano, un alma de este tipo me ha llevado hasta aquí y ha sido el motor de esta
reflexión acerca de la expresividad del rostro:
Ella de llama Ella, -no estoy redundando-, es parisina.
Sus fotos desprenden serenidad y dan esperanza a quien las contempla. Esta
mujer posee una extraordinaria capacidad para
expresar multitud de registros emotivos sutílmente modulados con
imperceptibles cambios en su rictus facial.
Todo lo expresa; sólo con una
pequeña variación en su mirada te hace
ver más allá; perspectivas casi infinitas sobre las que te invita a caminar , perdiéndote,
naufragando en su mar. Una pequeña mueca suya bastará para darnos un toque de
travesura que cambie totalmente la idea general del rostro, transmitiéndonos paz
y serenidad donde antes poblaba profundidad reflexiva en su intensa mirada.
La mayoría de las veces no le
hace falta sonreir ampliamente para transmitir pasión, sólo con esbozar una
leve sonrisa es capaz de transmitir una gran pasión contenida, una prometedora
mirada enmarcada en un rostro que transmite a su vez un equilibrio personal; quizás, es esa serenidad siempre latente, consciente y juguetona la que más
caracterice a esta fémina de gran capacidad para evocar. Es una especie de Gioconda del siglo XXI, algo esconde en esa media sonrisa misteriosa, que sabe,
que conoce, que muestra consciencia. Ella ofrece mil y un veres; te tomarás
1.000 cafés con ella y te dará 1.000 expresiones según su estado anímico. Su condición de sirena cautivadora te mostrará su riqueza interior, pero siempre
desde la discreción y lo sutil, nunca desde lo ordinario. Muestra el gesto como
sugerencia de lo que puede ofrecerte, a cada momento, en cada instante.
Expresión que todo lo promete; aunque se guarde cosas para dar más tarde de forma dosificada, pero nada esconde per se, nada aguarda a ser expresado salvo aquello que te sugiere y evoca, y que hace sumergirte, una vez más, en sus interminables lenguas de mar donde uno encuentra la paz.
La mujer de las mil y una miradas, de la seducción neta a la quietud de una mirada serena y de alta consciencia personal, del misterio a la pasión, todo teñido de un equilibrio personal que todo lo compensa y que todo lo permite, sin que haya lugar alguno para la estridencia.
La mujer de las mil y una miradas, de la seducción neta a la quietud de una mirada serena y de alta consciencia personal, del misterio a la pasión, todo teñido de un equilibrio personal que todo lo compensa y que todo lo permite, sin que haya lugar alguno para la estridencia.
De las palabras a las imágenes.