Cuando una imagen sintetiza un sentimiento, se pone de manifiesto una
de las cualidades humanas más elevadas.
Una mañana
de martes tenía lugar en el colegio de médicos de Madrid un concierto de cámara
con 8 músicos; las estaciones de Vivaldi era el programa, y un solista de 14 años que es considerado ya
un genio…era el homenajeado, el protagonista del acto.
Era mañana
de martes si…, ¿Por qué habría de ir yo un martes por la mañana a un concierto
de música clásica?, todo estaba en contra de mi presencia allí…, al menos a
priori, día de trabajo.., por la mañana …
Sin embargo,
llevaba unos días asistiendo a conferencias y me encontraba inmerso en esa nube
cultural que te instala en un estado de sensibilidad especial, que te influye y te incita en ése ánimo de necesidad de recibir,
de percibir más, un ánimo perceptivo.
Esa inercia
me llevó a organizarme bien la mañana y trabajar intensamente para poder estar
liberado a eso de las 12. Llegó la hora de partir hacia el teatro y salí raudo
hacia allí con mi coche. Mi distracción urbana
favorita; esa ventana para mirar Madrid y sus calles, sus personas, y poder
desde la calma de la cara interna del cristal, observar y dar juicio a lo que
veo, juicio y emoción.
Estaba ya
fuera casi de tiempo, había atasco y cuando empecé a buscar aparcamiento sólo
quedaban unos pocos minutos para que empezara el concierto…, otra vez vino a mi
mente esa suerte especial que tengo con el aparcamiento, es llegar al sitio y ahí
suele estar “el sitito”…, pero esta vez, a la primera vuelta a la manzana, se
resistía,.., ¡pero ete aquí!, de repente un pequeño sitio, una placita, y casi
al lado de la puerta, un pequeño milagro del destino que a menudo se interpone
entre mi coche y esos pequeños espacios entre vehículos…
Entré en el
edificio y después de dudar sobre el camino a escoger hacia el concierto,
recibí una espontánea indicación del conserje: ¡ por ahí, al fondo!. Empecé a penetrar
en los pasillos del edificio y atravesé un patio, había varios opciones para
seguir…, pero súbitamente se escucho la música proveniente de la sala.., ¡el
concierto había empezado!.
Me deje
llevar por el rastro sonoro y con algunas dudas iniciales, terminé desembocando
en una gran puerta que podía ser el acceso…, o no,… Ante la posibilidad de
abrir la puerta equivocada e irrumpir en el escenario, pues parecía que la música
salía de esa puerta, me mantuve estático.., sin saber que hacer.
Otra vez el
destino me ayudó y de una puerta lateral salió un viejecito al cual le
pregunté: ¿se puede entrar?, el me contesto: por supuesto, y allí que penetre….
La primera
imagen fue IMPACTANTE, tanto por la majestuosidad de la sala como por lo inesperado
de esa arquitectura tan solemne, un maravilloso teatro de gradas semicirculares
que envolvía el escenario, el tamaño del teatro era perfecto, un tamaño familiar,
perfecto para conciertos de cámara.
Traté de ser
prudente y me situé cerca de la puerta por donde había entrado, quedando en un
lateral de la grada, conforme pasaba el tiempo e iba tomando confianza con
aquello que me rodeaba.., iba reforzando el la
irremediable tentación de situarme en la parte central del semicírculo..
para poder percibir la sala y a los músicos de la manera más plena.
Aproveche un
parón entre movimientos y ahí que me lancé, me situé en un punto intermedio de
altura de la grada, y en todo el centro, ahora sí..., me relajé, y empecé a captar todo aquella maravillosa
música que sonaba tan cercana a 8 metros de distancia, sintiendo al tiempo
aquel volumen de aire que llenaba la cavidad acústica de la sala, sentía el
gran muro frontal del escenario y la piel semicilíndrica que lo cerraba. A menudo
en Arquitectura nos complicamos con extrañas superficies que conforman espacios,
pero es sabido que la utilización de formas geométricas básicas y rotundas son fácilmente
perceptibles por el individuo y son más aprehensibles, de manera que la
influencia de su geometría crea efectos más intensos y más clarividentes en el
mensaje sensible hacia el observador.
Jorge me
había comentado que irían dos amigas suyas a ver el concierto; a verle a él…Yo no veía a
ninguna pareja de chicas en la grada, hasta que de repente entraron dos chicas
por la misma puerta lateral que yo había utilizado y ocuparon desplazándose con
sigilo un par de asientos libres que
estaban en la misma zona donde yo me senté al principio.
Me di cuenta
de que eran sus amigas cuando a una de ellas, la rubia, puede observarla
buscando con la mirada a Jorge de entre los ocho músicos hasta que sonrió con
sorpresa y le dijo a su amiga: ¡ahí esta!.
No había duda, eran ellas.
Me dispuse a
seguir disfrutando del concierto sin dejar de estar atento a las reacciones de
esas chicas, en aquel momento yo era un espía de reacciones, un desconocido con
información privilegiada, dispuesto a aprovechar mi excepcional condición de
observador anónimo.
Estaba claro
que la rubia era la amiga de Jorge, tras un primer análisis superficial de los físicos
de las dos, me centré en la otra, que casualmente se situó del lado desde el
que las veía, yo estaba situado unas gradas más arriba, y podía ver su rostro
en escorzo con total detenimiento, sin temor a que mi atenta mirada fuera
sentida.
La imagen:
Empecé a
perder interés en centrarme en la música, para ahondar en la observación de
aquella chica; qué facciones…., unos rasgos marcados, pero nada viriles, al
contrario, muy delicados, con gracia. Un perfil estilizado en el rostro; analizados
uno a uno, todas los rasgos de su cara me eran muy armoniosos y agradables. La
boca grande; una generosa sonrisa, nariz griega, y ojos grandes pero
ligeramente rasgados.
El efecto
llegó a ser turbador una vez asimilé la melena que portaba: Un Melenón
castaño, un pelo perfectamente mimado y larguísimo que no perdía su empaque
desde el principio de su recorrido hasta la misma punta final en su extremo…,
se notaba claramente que era un signo de su personalidad, de su identidad, y
así que lo movía, con estilo y sin afectación.
Pero una
mujer no es nada, al menos para mí, sin su expresión. La gestualidad facial y corporal es el
universo en movimiento de las partes integrantes de la armonía. Existe la armonía de las partes con el todo; de su
pertinente ubicuidad, esta armonía, sumada la armonía de las proporciones
constituye una cara, pero existe otra armonía que es la que te
cautiva, la que hace que vibres…, es la armonía de la expresión; la armonía en la expresión es
aquella que te evoca el interior de la persona. De todas las armonías que he mencionado,
esta última es la más subjetiva.
Qué cantidad
de gestos cálidamente suaves, sin afectación, carentes de toda melindrosidad.
Armonía en estado puro, qué forma de mirar al escenario, una expresión de
serenidad, hasta transmitía bondad en su rostro, transmitía gracia , una vivacidad
delicada, en definitiva: un encanto en la expresión que no te deja quitarle la
mirada porque sabes que a cada segundo que pases mirándola vas a recibir más y
más…
Podría seguir
con la descripción, pero creo que lo que he escrito hasta ahora es suficiente para
poder transmitir la idea que quiero mostrar:
Pocas veces
en la vida se producen estas situaciones, han de confluir varios factores que
actuando conjuntamente en un breve espacio de tiempo, logran el milagro, una
especie de milagro de la conquista del cerebro humano: el nacimiento del
sentimiento.
Todo este batiburrillo de sensaciones intensas empaquetadas en pocos minutos de interacción de los sentidos, tal torrente de armoniosidad, genera una turbación tan grande que todo ello desemboca en : "la imagen", una imagen que resume un sentimiento que sin uno darse cuanta acaba de nacer, sentimiento que en algunos casos ha bastado para que una persona se enamore de otra, por eso debe ser que muchas veces el enamoramiento es considerado algo tan aparentemente irracional, porque hay veces que surge de una simple imagen, pero es que esa aparente imagen es el resumen de toda la idea, una idea que nos resume la esencia de lo que la otra persona es.