Carlos III se despidió de este
mundo el 14 de diciembre de 1.788.
La revolución francesa puso a los europeos de la época ante una difícil disyuntiva, o estaban a favor de aquello o estaban en contra. No existía un punto intermedio, aunque afanosamente se buscase. En España todo el proceso dio comienzo con un nuevo monarca en el trono, un rey no especialmente dotado para las tareas de Gobierno que, tan pronto como ascendió al trono, mantuvo a los ministros que también habían servido a su padre. El principal de ellos el Conde de Floridablanca. A Floridablanca lo que estaba ocurriendo en Francia le olió mal desde el primer momento. Pidió al embajador en París que le enviase con urgencia un informe confidencial de todo lo que había pasado durante las jornadas veraniegas que incluyeron la toma de la Bastilla. Sobre ese informe tomó medidas, algunas, realmente drásticas, como prohibir que los periódicos siquiera mencionasen lo que estaba sucediendo en Francia.
En 1791, con el arresto de Luis XVI cuando
trataba de huir de París, el último pacto de familia quedó derogado. Floridablanca
se permitió incluso exigir a la Asamblea Nacional francesa que respetase la
figura de Luís XVI, a la que calificaba como sagrada. Los revolucionarios que
estaban crecidos en aquel momento tomaron la carta de Floridablanca como una
admisible acto de hostilidad, exigieron
incluso a Carlos IV que le cesase . Así en su lugar, el rey puso al Conde de
Aranda, un tipo muy perspicaz que
entendía que la revolución no tenía vuelta atrás. El proceso se fue
radicalizando durante 1.792 hasta que en agosto de aquel año Luis XVI fue
destronado y se proclamó la República.
Había que actuar cuanto antes a
ser posible en coalición con otras potencias europeas. Austria y Prusia se
pusieron manos a la obra. Ellos atacarían desde el norte y el este, España lo
haría desde el sur. Prusianos y Austriacos harían el trabajo sucio. Nada de eso
sucedió, pero los principales enemigos
de Aranda no estaban al otro lado de los Pirineos, sino en la propia corte.
Madrid se llenó de aristócratas franceses
emigrados que presionaron al rey para que atacase cuanto antes y pusiese fin a
la revolución. Al monarca el asunto le
afectaba personalmente, Luis XVI era su primo .Los revolucionarios le habían
encerrado en la torre de Temple como un vulgar delincuente. Unos
meses más tarde fue procesado y condenado a muerte.
En enero de 1793 su cabeza rodó
por el patíbulo. Luego lo haría la de la
reina María Antonieta y la de su hermana
Isabel de Borbón. Carlos IV apartó a
Aranda y en su lugar puso a un joven Manuel de Godoy . Estuvo más de 3
lustros como dueño y señor de los destinos de la corona y de la propia España. La llegada de Godoy marcó el principio de la
guerra contra Francia, la misma guerra que Aranda había tratado de evitar a toda
costa. Se enviaron 3 ejércitos al
Pirineo. En 1795 se dio la guerra por perdida y Godoy hubo de firmar una
humillante paz en Basilea con la República francesa, en la que se cedió a
Francia la parte española de Santo Domingo,
lo que hoy es la República
Dominicana.
Napoleón aspiraba a poner a toda Europa a sus pies, para ello tenía que sacar a Rusia de la coalición anti francesa y rendir a Inglaterra. Con eso ya lo tendría mucho más fácil para meter a los austriacos y prusianos en vereda. La idea era asfixiar el comercio, algo que en el canal de la Mancha podía hacerse mediante un bloqueo, pero las islas británicas tienen miles de kilómetros de costa y era fácil evadir las patrullas francesas. Otra posibilidad era tomar Portugal y cerrar sus puertos al comercio británico. Por ahí discurrió el segundo tratado de San Ildelfonso, que embarcaba a España en la invasión de Portugal.
A Carlos IV le encantó el plan
porque incluía la entrega a su hija María Luisa de Borbón del Reino de Etruria
en el norte de Italia. Se reunió un
Ejército que en febrero de 1.801 procedió
a la invasión de Portugal. La guerra duró solo unos meses y salió todo a pedir
de boca .
Napoleón en mayo de 1.804 se
proclamó emperador y dio comienzo una cadena de guerras que no se detendría
durante más de 10 años. Napoleón embarcó
a Carlos IV en una Nueva alianza para destruir el grueso de la flota británica.
En octubre de 1.805 ambas escuadras se
terminaron encontrando en Trafalgar. La
derrota del combinado francoespañol fue determinante.
Godoy estaba deslumbrado con Napoleón. Para dar un golpe en la mesa y recobrar el
favor real le propuso entrar de nuevo en Portugal y repartirse el país. El sur sería para el propio Godoy , que se
convertiría en príncipe de los Algarbes, el norte para un sobrino de Carlos IV,
Lisboa y todo el centro se canjearían
con Inglaterra a cambio de Gibraltar y la isla de Trinidad.
Napoleón aceptó, pero a cambio de que la invasión fuese
conjunta. Para ello un ejército francés tendría que cruzar España con el
consentimiento del Rey. Todo queda acordado en el tratado de Fontainebleau de
1807. las tropas francesas entraron en
España y ocuparon Portugal, pero dejando
destacamentos a sus espaldas, algo
inaudito.
En marzo de 1.808 la corte se
encontraba en Aranjuez. Todo estaba
listo para el traslado de los Reyes al sur cuando de pronto estalló un motín
popular. El Palacio de Godoy fue
asaltado por una turba y Godoy apresado. El príncipe se presentó en Aranjuez y obligó a
su padre a abdicar en él. Todo parecía
resuelto, pero no, Carlos recurrió a
Napoleón para recuperar el trono.
El emperador vio que la situación
era perfecta para eliminar a los Borbones españoles de la ecuación. Convocó al
padre al hijo y a Godoy. En Bayona les informó de que el tiempo de la dinastía Borbón en España había concluido. Desde
ese momento los derechos dinásticos pasarían a los Bonaparte. Se produjeron las
célebres abdicaciones de Bayona.
Fernando devolvió la corona a su padre y éste
se la entregó a Napoleón, que poco
después la traspasaría a su hermano José, en esos momentos rey de Nápoles. Las
abdicaciones de Bayona se efectuaron entre el 5 y el 6 de mayo de 1808. Unos días antes la guerra de la independencia
había dado comienzo en España.
El 2 de mayo el pueblo de Madrid se levanta contra las tropas francesas que ocupaban la ciudad. LLegaron las noticias de lo que había pasado en Bayona. Aquello era la gota que coma el vaso. Se produjeron alzamientos populares parecidos al de Madrid. Napoleón ordenó al general Dupont ocupar Andalucía, pero la Junta de Sevilla se anticipó y encargó al general Francisco Javier castaños que reclutase un ejército para cortarle el paso.
La derrota francesa en Bailén a
mediados de julio asustado José Bonaparte que abandonó Madrid y fijó su cuartel
general en Vitoria. Floridablanca
organizó la resistencia y la expulsión de los invasores. Napoleón tenía que someter España empleando un
gran ejército, cosa que había eliminado
al principio pensando que los españoles serían tan sumisos como sus monarcas.
Esto obligó a Napoleón armar un
gran Ejército de 250000 hombres que entrase en España y la sometiese por la
fuerza. En España vive una minoría de intelectuales que simpatizaban con la
revolución francesa veían en Napoleón el representante de los valores
revolucionarios, moralmente superiores, cuyo destino era expandirse por toda Europa.
En estos decretos el emperador
abolía la Inquisición y los restos del derecho feudal que habían subsistido
hasta aquel momento. Quería dar a la invasión un contenido político. La Junta
Suprema pidió ayuda a Inglaterra que se aprestó a enviar un Ejército que entró
en Portugal al mando del general John Moore. Napoleón se desplazó hasta Valladolid y desde
allí dirigió las operaciones contra los ingleses que en inferioridad numérica
se vieron obligados a reembarcar a toda prisa en La Coruña. Para enero de 1809, el teatro español estaba más o menos pacíficado.
La junta se había trasladado a Sevilla y ahí pasaría
a Cádiz conforme los franceses avanzaban.
la guerra se había ganado o eso
creía Napoleón. La realidad era que
quedaba guerra para rato.
La entrada de Inglaterra en el
conflicto marcaba una importante diferencia. En España contaban con el apoyo decidido de la
mayor parte de la población civil. Sin
ese apoyo tan decidido la intervención inglesa no hubiese servido de nada.
En apenas unos meses las
guerrillas españolas convirtieron a España en un infierno para los invasores. Al
Gobierno inglés le sorprendería gratamente el arrojo que mostraban los
españoles contra los hombres de Napoleón. Era el momento de intervenir desembarcando en
un gran Ejército en Portugal que avanzaba hasta el interior de la península
empujando a los franceses hasta el otro lado de los Pirineos. El encargado sería Lord Wellington. El primer intento de Wellington de entrar en
España se saldó con un fracaso.
El 1 de febrero de 1810 cayó
Sevilla obligando a la Junta Suprema desplazarse a Cádiz. Entrar por Andalucía era una opción, pero
carecía de sentido estratégico ya que se encuentra muy lejos de la frontera
francesa. Lo lógico era emprender la
acometida por el Duero. Napoleón, que desde París seguían puntualmente en la
guerra de España, lo vio venir y ordenó a
Soult que tomase cuanto antes Ciudad Rodrigo
y Almeida, dos plazas fuertes
fronterizas bien amurallada sí de defensa relativamente sencilla.
Wellington consiguió vaciar
Portugal de franceses, se hizo con
Ciudad Rodrigo y avanzó hasta Salamanca, donde puso en desbandada al Ejército imperial que se
replegó hacia Burgos.
Esa batalla salmantina, la de Arapiles, liberada en julio de 1812, fue el punto de inflexión de la guerra. José
Bonaparte se vio obligado a abandonar precipitadamente Madrid para refugiarse
en Valencia. Wellington liberó cómodamente Valladolid Burgos
y Madrid.
las tropas francesas estaban desmoralizadas y
apenas recibían refuerzos. La campaña de Rusia era prioritaria, por lo que el número de soldados a disposición
de Jose disminuyó. A principios de 1813, José Bonaparte aún contaba con unos 100.000
hombres frente a los 120. 000 de los aliados. En mayo Napoleón pasó por Madrid esta
vez para regresar a Francia, Wellintong se dirigió a Álava para cortarle el
paso. Allí se produjo La última gran
batalla, la de victoria, que empujó a
los franceses hacia la frontera. Los
franceses de Levante y Cataluña, con el mariscal Suchet a su cabeza, no
esperaron a que fuesen a por ellos, levantaron los campamentos y se dirigieron
hacia Francia. la evacuación no concluiría hasta 1814. La guerra había
terminado, pero solo tras 6 años de
sacrificio sin cuento humillaciones y la ayuda de británicos y portugueses .España
entera estaba traumatizada, tanto la peninsular
como la americana. Todo había
cambiado, de la España de 1.808, solo quedaba el nombre. Fernando VII, que no
regresó a Madrid hasta Mayo de 1.814, no supo ni quiso entender todos los cambios
que se habían producido, y fruto de ese desdén se derivarían un sinfín de problemas
que uno a uno se irían presentando a los españoles en los años posteriores.