le feu follet

le feu follet
"Hay momentos de la existencia en que el tiempo
y la extensión son más profundos y el sentimiento
de la existencia parece inmensamente aumentado".


Charles Baudelaire.

lunes, 11 de febrero de 2013

La necesidad de Mentir.




Todo el mundo miente en mayor o menor medida; a partir de esta obviedad se abre un mundo muy complejo, del que nadie habla seriamente, al menos en público.

La mentira es consustancial a nuestra vida, forma parte de nuestro comportamiento global, es un rasgo social más. La mentira  es un concepto poliédrico, tiene muchas caras.

En principio, todos estamos de acuerdo en que la mentira, mentir, es reprobable, salvo es casos de mentira piadosa, aquellas mentiras que se emiten al prójimo para evitarle un mal de mayor gravedad que sea innecesario.

Mi interés en esta reflexión acerca de la mentira es el de ahondar en la repercusión que tiene sobre nuestra conciencia el mentir, sus efectos sobre nosotros, y a partir de ahí, contemplar la posibilidad de replantearse si la mentira debe convivir con uno mismo, como un elemento más de nuestra existencia, o si por el contrario, debe de ser borrado, suprimido de nuestra forma de actuar, al menos en aquellos planos que nos pertenecen exclusivamente a nosotros mismos, aquellos sobre los que podemos decidir autónomamente sin recibir condicionantes externos que nos pudieran hacer valorar la posibilidad de actuar acorde a la mentira por razones sociales  o éticas, como la mentira piadosa.

Uno de los defectos asociados a la mentira es el egoísmo, la mentira puede estar relacionada con el egoísmo en  el sentido de que a menudo usamos la mentira como instrumento para obtener una ventaja personal ante una situación, si esto se perfecciona, la mentira pasa de ser un hecho puntual a ser una actitud, un programa de actitudes que se saben tiene unas determinadas consecuencias ventajosas para nosotros, ventajosas para conseguir nuestro objetivo o anhelo.

Dependiendo del grado de actuación o falsedad en la forma de actuar del individuo para conseguir sus objetivos, este comportamiento de actitud manipuladora puede ser desde anecdótico o inocente hasta constituirse en una patología. El que lo perfecciona y matiza se convierte en un manipulador y el que no lo controla y le  supera se convierte en un mentiroso compulsivo.

Sin embargo, independientemente de la importancia del nivel de la mentira, que la tiene, lo realmente importante para nosotros mismos es el efecto pernicioso que genera la mentira en nuestro yo, en nuestra estima personal.

De ahí que me plantee la siguiente pregunta en términos de balance: “¿qué es más perjudicial a la postre, o denigrante para el individuo?: El actuar en su beneficio manipulando unas situaciones, con el consiguiente disfrute al conseguir su objetivo, aunque ello conlleve una autodestrucción, un pequeño desprecio  a sí mismo por mentir,  o actuar en conciencia y renunciar a la mentira, actuando honestidad, aunque ello conlleve la ausencia del disfrute que iba buscando.

Desde pequeño, afortunadamente inculcado por mis padres, el valor de la verdad lo he tenido muy presente, después, con los años y los errores cometidos te vas dando cuenta de que la ausencia de mentira en tu vida es fuente de placer existencial, orgullo, y satisfacción personal.

Excepto para las personas muy sabias, o para las de naturaleza muy inocente, el no mentir es una acción que uno se debe proponer, uno debe hacer un esfuerzo diario, más que en las mentiras puntuales, en las actitudes que no son verdaderas.

Aun así, es difícil no actuar de manera tal, que sabiendo de la obtención de un ulterior beneficio, no alteremos o manipulemos nuestra forma de actuar en uno u otro modo.

Pero si analizamos con el suficiente despego ese balance o dilema entre decir la verdad o la mentira…, nos daremos cuenta de que los beneficios que obtenemos normalmente por mentir son pasajeros, son disfrutes momentáneos o poco duraderos, ya que una vez conseguido el objetivo, el placer desaparece. En algunas ocasiones, mentir nos puede reportar una ventaja duradera, pero en cualquier caso, una ventaja fundamentada en la mentira termina por degradarte personalmente, y se vuelve en tu contra.

Esa es la reflexión que uno se debe hacer;  realmente, cuando uno no actúa correctamente, lo que sí  parece claro es que se perpetúa  el sentimiento de degradación personal, la sensación de menospreciarse a uno mismo, de vacío interno, puesto que ya no es que esté engañando al prójimo, se está engañándose a sí mismo porque la visión sobre sí mismo que proyecta  hacia los demás es una farsa, y esto es una profunda indignidad, ya que se falta el respeto a sí mismo, así visto, es una contradicción absoluta, que sólo tiene una explicación: la condición natural tendente al egoísmo en el ser humano.

La dignidad creo que es uno de los valores fundamentales del ser humano, este valor está relacionado con a la verdad, el actuar en arreglo a la conciencia, aquella conciencia que renuncia a  la ventaja propia en una situación en pro de una vida más digna. No mentir es dar valor a tu existencia.

Nadie es perfecto y todos mentimos en algún momento, no se trata de tender a la santidad, yo creo que lo que nos debemos exigir a nosotros mismos es el esfuerzo de hacerlo mejor cada día, tanto en beneficio de los demás como en el nuestro propio, sólo que el beneficio personal es un proyecto a largo plazo, y sólo el tesón nos llevará hasta esa paz interior que da la autenticidad como rasgo definitorio de nuestra personalidad y nuestra vida.

Mediocridad, Excelencia, Afectación, Dignidad, Autenticidad.





Podríamos pensar en un análisis inicial que La mediocridad como concepto es despreciable ya de por sí, no necesita soporte, no necesita de singularidad del personaje que le dé cualidad. Es común también el pensamiento de que aspirar a la excelencia es un fin  muy loable , sin embargo, lo más importante no es dejar de ser mediocre para aspirar a ser excelente..., lo esencial es ser auténtico en su mediocridad.
Efectivamente, lo auténtico puede ser muy mediocre, pero en última instancia, y más importante:  es digno, la autenticidad de un mediocre dotaría de dignidad al individuo, ya que es coherente con su condición.
La dignidad es una cualidad más elevada que la excelencia en la escala de valores de ser humano, es positivo que aspiremos a la excelencia siempre y cuando lo hagamos a través de la autenticidad. El ser excelente no puede ser un fin en sí mismo, porque eso sí que sería una mediocridad, entendida  ésta en su versión negativa, de modo tal que la mediocridad tendría una connotación positiva o negativa en función de su grado de autenticidad.
El mediocre auténtico, puede ser zafio, pero será auténtico, y carecerá por consiguiente de afectación. Al menos es digno, que es algo a lo que todo ser humano puede aspirar, porque todos podemos, por lo que la dignidad debería de ser un deber para con uno mismo.
La mediocridad  más pavorosa es la que proviene del excelente afectado.
La excelencia ha de ser una consecuencia natural, no un fin.

De Aquí a la Eternidad. Alicia Castilla.



Hace unos meses desemboqué navegando por la red en un blog que me llamó mucho la atención, su autora es Alicia Castilla. Esta joven arquitecta madrileña es además de una gran aficionada al cine, una incipiente artista , ya ha realizado exposiciones de sus trabajos con mucho éxito. Visitando su blog vi una entrada que se llama: “De aquí a la eternidad”;  incluye dos obras que reproduzco en este post, las dos tienen la misma temática, es un trabajo que me resultó extremadamente sugerente, muy plástico…, me vienen a la cabeza conceptos como infinitud, el tiempo, frialdad, sobriedad, soledad, y un punto de “escenario misterioso”,  que le da mucha tensión a la composición. Me llaman especialmente la atención la representación de los árboles y la presencia de esas personas caminando en soledad por esas vías infinitas. Otra aspecto que creo que consigue con mucha sencillez es la sensación de espacialidad con pocos recursos.


Podéis visitar su blog y ver todo lo que hace en: http://lafronteradelalba.blogspot.com.es/