Podríamos
pensar en un análisis inicial que La mediocridad
como concepto es despreciable ya de por sí, no necesita soporte, no necesita de
singularidad del personaje que le dé cualidad. Es común también el pensamiento
de que aspirar a la excelencia es un
fin muy loable , sin embargo, lo más
importante no es dejar de ser mediocre
para aspirar a ser excelente..., lo
esencial es ser auténtico en su mediocridad.
Efectivamente,
lo auténtico puede ser muy mediocre, pero en última instancia, y
más importante: es digno, la autenticidad
de un mediocre dotaría de dignidad
al individuo, ya que es coherente con su condición.
La
dignidad es una cualidad más elevada
que la excelencia en la escala de
valores de ser humano, es positivo que aspiremos a la excelencia siempre y cuando lo hagamos a través de la autenticidad. El ser excelente no puede ser un fin en sí
mismo, porque eso sí que sería una mediocridad,
entendida ésta en su versión negativa, de
modo tal que la mediocridad tendría
una connotación positiva o negativa en función de su grado de autenticidad.
El
mediocre auténtico, puede ser zafio,
pero será auténtico, y carecerá por
consiguiente de afectación. Al menos
es digno, que es algo a lo que todo
ser humano puede aspirar, porque todos podemos, por lo que la dignidad debería de ser un deber para con
uno mismo.
La
mediocridad más pavorosa es la que proviene del excelente afectado.
La excelencia ha de ser una consecuencia natural, no un fin.