le feu follet

le feu follet
"Hay momentos de la existencia en que el tiempo
y la extensión son más profundos y el sentimiento
de la existencia parece inmensamente aumentado".


Charles Baudelaire.

jueves, 29 de diciembre de 2016

El pichi de Capucine.





Aquel sábado de invierno, Horacio debía asistir a dos cumpleaños distintos de sendas Micaelas; anda ya la casualidad. Las dos el mismo día, y en horas casi coincidentes, decidieron que debían celebrar sus onomásticas. Horacio se encontraba indispuesto por las idas y venidas de un incómodo catarro con constante propensión febril

Mientras  alojaba un pañuelo azul de seda italiana en el bolsillo de su blazer, se preguntaba,  si la inconveniencia de asistir a dos eventos en una sola noche,  no terminaría por quebrar su maltrecha salud, que tanto le había minado su ánimo, y entristecido sutilmente algunos rasgos de  su faz en esos días.

Salió de casa con cierto retraso, -algo que solía provocar intencionadamente,  para activarse a través de la euforia que inducen las prisas, al obligarse a ser puntual -   .Así de escrupuloso y estricto era Horacio en este asunto; en contraste con esas personas que sienten  en la espera de los demás  un sutil regusto vanidoso,  casi inconsciente.

Apenas media hora faltaba para la cita con el primer cumpleaños de la noche, y  no tenía regalo alguno en su poder. Ciertamente,  se planteó colaborar en la cuenta que alguien creo en internet para un regalo común,   pero justo el día de antes almorzó con su madre, la cual quedó asombrada cuando Horacio le mencionó la posibilidad de tan curiosa forma moderna de regalar. Terminó por espetar: “es horrible,  hijo;  regalar es, más que cualquier otra cosa, el tiempo empleado en buscar un regalo para la persona; es una ofrenda de pensamiento y de tiempo personal que uno entrega al cumpleañero figuradamente, al ir a buscarlo”.

Su madre, con aquella reflexión, le indujo a pensar  que el rito del regalo conjunto, tan en boga últimamente, se servía del ardid de camuflar la falta de interés personal hacia el cumpleañero, bajo el propósito loable de juntar los montantes de dinero para satisfacer, - bajo un regalo común - ,  un regalo caro que el cumpleañero ambicionara.

Alzó las solapas de su blazer para aplacar el frío nada más salir a la calle desde el portal; quizás también algo por estética, pues llevar las solapas del cuello elevadas, confiere un aire elegante y bohemio, incluso un cierto tono desafiante a lo James Dean. Tomó la calle Moreto camino abajo;  a su paso por la trattoria saludó a Gabrielle,  un camarero animoso y siempre de buen humor; es un chico despierto y muy ambicioso. Cuando se conocieron una noche en que Horacio fue a cenar allí solo, Gabrielle se mostró eufórico con su reciente llegada a Madrid,  proveniente de  Milán.  Horacio quedó impresionado por la forma en que el joven italiano mostraba un optimismo por el cual,  aseguraba que iba a conseguir un trabajo estupendo, mejor que el que acababa de conseguir de camarero. 

El chico destilaba esa fuerza del joven que llega a una ciudad desconocida y está dispuesto a comerse el mundo. En el transcurso del rato en que el entusiasta joven se expresaba con una mirada brillante e intensa, -con gestos de gran seguridad y convicción acerca de sus proyectos futuros - , Horacio,  los dedicaba en parte a enternecerse, pensando en si lo que realmente daba fuerza a este chico era su ingenuidad, esa fuerza del que nada tiene y nada ha experimentado. Es la fuerza de los jóvenes que pueden llegar a lograr grandes conquistas debido a la potencia que les da el desconocimiento de las arduas barreras que aparecerán en su camino.  

Horacio consignó el propósito de ir observando la evolución del chico en los meses siguientes para averiguar si su fuerza bebía del poder de la ingenuidad,  o si,  por el contrario, Gabrielle tenía un poder vital fuera de lo común; en cualquiera de los casos, sólo el escucharle, ya provocaba tal estado de sugestión sobre Horacio, que sentía un fortalecimiento revitalizante de las fibras que se encuentran en capas ya algo aletargadas por la acción implacable que ejercen las desilusiones del tiempo,  y que la voz animosa y llena de esperanza de Gabrielle,  lograban hacer reverberar de nuevo,  como si anhelaran volver a la vida.

En pocos minutos cerraba la lujosa tienda que Carolina Herrera tiene en la calle Serrano. Tenía en mente esos complementos que las grandes tiendas de lujo  ofrecen a sus clientes a precios moderados; lo que supone acceder a algo exquisito, -aunque sea un pequeño llavero de cuero-, a precios asequibles, manteniendo la categoría de detalle de lujoso.. 

Por la experiencia que adquirió en otras ocasiones al comprar detalles para conocidos y familiares, sabía que una vez elegido el regalo, el personal de la tienda se afanaba con delicado mimo en la preparación del envoltorio; algo característico de la firma,  ya fuera un discreto artículo o un gran abrigo. Horacio no se sintió importunado por la ya tradicional espera; muy al contrario,  lo consideraba como un sutil  agasajamiento al cliente,  y ello le permitía deambular por  los elegantes espacios de la tienda,  abandonándose a la placentera observación del lujo y decoración exquisitos de sus anchos pasillos y amplias estancias,  sin el temor latente a ser abordado por el inexperto ímpetu de algún vendedor que pudiera quebrar la serenidad de su contemplación.

En otras ocasiones, se dejó maravillar por efecto embriagador de la visión distraída del conjunto de estímulos,  dejando que penetraran por sus sentidos sin codificarlos,  por propia voluntad,  como un torrente que todo colma; pero esta vez,  decidió que ya era hora de tomarse un tiempo de atención más profundo,  y tratar de entender los criterios estéticos que daban forma a la arquitectura interior de aquellos cálidos espacios. 

La particularidad de que fueran dos regalos,  - y no uno,  como habitualmente -, le dio más tranquilidad para,  por fin, poder recorrer todas las estancias una a una; las cuales estaban conectadas por anchos pasillos, o bien se solapaban imbricándose,  formando regias estancias de geometrías regulares. La gran altura de los techos,  - o cota baja de los suelos-, como irónicamente le recriminaba el actor Albert Finney a una señora que profirió tal comentario, admirada por la envergadura que tenían los espacios de la moderna casa del personaje de Arquitecto que Finney encarnaba en la película “Dos en la carretera”, dotaban a las salas de la tienda de un porte majestuoso. Ello constituía un motivo rector del proyecto de decoración, pues era claramente perceptible a los ojos de de Horacio, la repetitiva utilización de esbeltos paneles rectangulares paralelos a las paredes,  que remarcaban la monumentalidad de la altura de las estancias;  todos estaban mínimamente destacados respecto a los paramentos verticales,  evidenciando sutilmente su independencia;  dichos elementos rectangulares, estaban forrados enteramente por espejos de una pieza , -del suelo hasta el techo-,  y podían rotar sobre el eje vertical,   de manera que el efecto de agrandamiento del espacio podía ser cambiante según se variara el ángulo de posición de paneles;  siempre girando en márgenes de angulación aguda, sensiblemente paralelos a la directriz marcada por los muros de los pasillos o estancias a los que obedecía el ser de su ubicación.

Los paneles flanqueaban, a su vez, unos aparadores con cajoneras y estanterías donde los objetos ocupaban cavidades que guardaban proporción armoniosa con los tamaños y formas de los objetos, - cada uno iluminado por un solo foco -,  generando un efecto  de refinamiento y compensada composición,  que inducia a pararse en cada uno; lejos del efecto vulgar de los mostradores de otras tiendas, en los que se apilan los productos como en un bazar. Horacio quedó prendado por varios fulares de seda, y tras acariciarse las yemas de los dedos,  rehundiéndolos entre tan tersos paños,  dirigió la mirada hacia el final de otra estancia,  donde advirtió una decoración menos solemne que en las estancias que había recorrido; una gama de colores vivos, azules y rojos, parecían enmarcar las estanterías de madera ocre oscuro, resaltando las aristas , y formando bellas grecas luminosas. 

Se dispuso a atravesar la estancia,  cuando,  un instante antes de girar para entrar,  posó con sumo cuidado una mano sobre la jamba del gran pórtico de entrada;  con una  quietud inesperada, - como si se pudiera encontrar algo incómodo, algo que no sabía lo que podía ser; y ese mismo temor sordo,  quebró ligeramente la discreta placidez que gobernó sus pasos en las estancias anteriores -  ; sobreviniéndole un estado de timidez que caracteriza a las personas prudentes,  cuando intuyen que pueden estar rebasando el límite que deja detrás lo público,  para adentrarse en espacios más íntimos,  acaso estancias privadas de los empleados. Quizás fuera ese el origen de su temor,   como pasa a menudo en las grandes villas,  en las que el invitado,  aun estando unido mediante fuertes lazos de amistad con el anfitrión, le puede resultar embarazoso perderse por estancias con la involuntariedad que sufre el que desconoce los insospechados matices de los órdenes de privacidad que cada cual confiere a sus propias casas, -con el poder que da la consciencia sobre la total la propiedad de un bien- ,  y que, en caso extremo, puede canalizar pasiones ocultas que el propietario no pueda proyectar en otros ámbitos.


Micaela, de origen francés, había alquilado un  apartamento diáfano en una zona propia de de extranjeros que quieren sentir el pálpito propio de la ciudad ,  y no les pertenece












viernes, 16 de diciembre de 2016

Proust.




Y cuando llegó la hora del correo, me dije como todas las noches; me dirá que no ha dejado de quererme ni un momento, explicándome la razones que haya tenido para ocultármelo hasta aquí, y por qué ha fingido que se alegraba de no verme, y cual motivo tuvo para adoptar la apariencia de la Gilberta camarada de juego.
Todas las noches me complacía en imaginarme la carta esa; se me figuraba que la estaba leyendo, me la recitaba frase a frase. De pronto me paré, asustado. Acababa de ocurrírseme que si tenia carta de Gilberta no podía ser aquella que yo me recitaba, porque esa era una invención mía. y desde entonces procuré desviar mi pensamiento de las palabras que me habría gustado que me escribiera, temeroso de que esas frases, que eran cabalmente las más deseadas, las más queridas de todas, se vieran excluidas del campo de las realizaciones posibles, por haberlas enunciado yo. Y si,  con inverosímil coincidencia, esa carta que yo había compuesto hubiera sido la que Gilberta me escribiera, el reconocer mi propia obra, no habría tenido la impresión de recibir una cosa que no salía de mí, real, nueva, una dicha exterior a mi espíritu, independiente d mi voluntad, don verdadero del amor.

Marcel Proust. 

En busca del tiempo perdido. Por el camino de Swann.


Este párrafo puede servir como ejemplo de otros. Proust, manifiesta un deseo,  para una vez se ha regocijado en la posibilidad de su consecución, súbitamente, llega al punto de colmatación sensible,  por la cual, la consideración de alcanzar dicho anhelo, le produce vértigo. Y encuentra cierto regocijo masoquista  en dicho temor; con la particularidad, - en el caso que presento- ,  de que si el deseo coincide no sólo en el fondo,  sino sobretodo en la forma de las palabras que Gilberta exprese para reconocer su hasta entonces fingida indiferencia, no será cosa otra que el reflejo de sí mismo, con lo que da una vuelta de tuerca más para incidir en la condición independiente del amor con respecto al individuo, y que sus deseos no son más que divagaciones de un alma deseoso de ser amado, pero en el que el amor no ha elegido morar.








jueves, 15 de diciembre de 2016

La experiencia.



Sobre cómo aquello que denominamos nuestra experiencia, - resultado en parte, del conocimiento de la vida a través de la observación del mundo -,  nos dota de una interpretación sobre la realidad del mundo que,  lejos de converger hacia una visión más objetiva; es,  en realidad, únicamente la búsqueda de aquellas interpretaciones que se acomodan a nuestro condicionamiento genético,  herencia social,  gusto y sensibilidad. Si embargo, esta distorsión connatural que acompaña la reafirmación de la identidad,  se atenúa en individuos que hallan fascinación e intensidad vital en un plano fuera de la búsqueda inconsciente del reflejo de sí mismos en el mundo que les rodea; aquel plano,  donde el hecho mismo de observar el entorno, conforma un pilar de sus vidas, como una verdadera vocación.




jueves, 1 de diciembre de 2016

Entre la indiferencia fingida, o la dulzura de la confesión.



"Indudablemente, los motivos que me inspiraban  tanta impaciencia por verla habría tenido mayor imperio sobre un hombre maduro, porque, ya más enterados de la vida, nos ocurre que tenemos más habilidad para cultivar nuestros placeres y nos contentamos con  el placer de pensar en una mujer tal como yo pensaba en Gilberta, sin preocuparnos de averiguar si esa imagen corresponde o no a la realidad, y con el de amarla sin necesidad de estar seguro que ella nos ama; o renunciamos al placer de confesarla la inclinación que hacia ella sentimos con objeto de mantener más viva la inclinación que ella siente hacia nosotros, a imitación de esos jardineros japoneses que, para obtener una flor más hermosa, sacrifica otras varias. Pero en aquella época en que estaba enamorado de Gilberta, creía yo que el amor existe realmente fuera de nosotros y que sin permitirnos, a lo sumo, que apartar unos cuantos obstáculos,  ofrecía sus venturas en orden que nosotros no podíamos cambiar en lo más mínimo;  y me parecía que de habérseme ocurrido sustituir la dulzura de la confesión por la simulación de la indiferencia, no sólo me habría privado de una de las alegrías que más me ilusionaron, sino que me fabricaría a mi antojo un amor ficticio y sin valor, sin comunicación con la verdad y cuyos misteriosos y preexistentes senderos no me atraerían."


Marcel Proust. 

En busca del tiempo perdido. Por el camino de Swann.








domingo, 27 de noviembre de 2016

Cuando la naturaleza no espera nada de nosotros.






"Durante aquellos meses - en que yo volvía,  como sobre una melodía, sin hartarme sobre aquellas imágenes de Florencia, de Venecia y de Pisa, que despertaban en mi un deseo tan hondamente individual como si hubiera sido un amor, un amor a una persona-" ...]

Marcel Proust. En busca del tiempo perdido. Por el camino de Swann.



En este párrafo, Marcel Proust menciona el amor a una persona como un símbolo de máxima individualidad. En principio, el sentimiento amoroso promueve el desarrollo de la conciencia de uno mismo, ayudando a que el individuo construya su propia identidad. Ciertamente, juzgamos el amor como un medio para sentirnos plenos y realizados. Aquel que se enamora,  cree  individualizarse a través de un sentimiento que se manifiesta como único en ese individuo, y que le pertenece. Sin embargo, creo que más bien, el sentimiento amoroso te hace sumergirte en el poder de sugestión que la naturaleza ha programado en ti, como ser que debe perpetuar la especie,- lo cual no le resta valor alguno, ni lo hace inconveniente - , pero, debemos admitir que, probablemente, observar como un pequeño cubito de azúcar es colmado de leche por el efecto de la succión, constituye una experiencia mucho menos excitante,  pero enteramente nuestra,  auténtica,  porque la naturaleza no espera nada de nosotros. 


Juliette Binoche observa ensimismada cómo el terrón de azúcar succiona el cafe
en Azul, del cineasta Polaco Krysztof  Kieslowski.














sábado, 5 de noviembre de 2016

- Su efecto en mi - .


Tras tu sombra aguardo, en una dulce espera,  a distinguir la señal que de comienzo a nuestra andadura. Tu presencia,  me regala un placer estético que en sosegada paz disfruto, pues sé,  que detrás de esos bonitos pliegues de tersa piel y cabellos lustrosos, existe mujer con altura de miras, de hondas convicciones,  y virtuosismo para con sus semejantes.
Incluso tus imperfecciones se me hacen graciosas y tiernas, como parte de un encanto ingenuo y natural que,  en combinación con ese equilibrio personal que tu presencia corpórea me transmite, terminas por arrollarme, y  disfruto de tu poder para doblegar mi voluntad de polémica, al tener que rendirme ante esa mirada tuya que me cautiva y al tiempo me hace recobrar bondad, haciéndome sentir más humano.





Marcel Proust. En busca del tiempo perdido: Unos amores de Swann.



UNOS  AMORES DE SWANN:



pag.255.

Pertenecía a esa clase de hombres inteligentes que viven sin hacer nada, en ociosidad,  y buscan consuelo y acaso excusa en la idea de que esa ociosidad ofrece a su inteligencia temas dignos de interés como el arte o el estudio, y que la vida contiene situaciones más interesantes y novelescas que todas las novelas.



pag.260. 


Pero a la edad que frisaba Swann, cuando ya se está un tanto desengañado y sabemos contentarnos con estar enamorados por el gusto de estarlo, sin exigir gran reciprocidad , ese acercarse de los corazones, aunque ya no sea como en la primera juventud la meta necesaria del amor... 


  


pag.263


...La imagen de Odette de Crécy llegaba a absorber todos sus ensueños, y éstos eran ya inseparables de su recuerdo,  entonces la imperfección de su cuerpo ya no tenía ninguna importancia,  ni el que fuera más o menos que otro cuerpo cualquiera del gusto de swann, porque, convertido en la forma corporal de una mujer querida, de allí en adelante sería el único capaz de inspirarle gozos y tormentos.


pag.267


Porque Swann tenía, en efecto, sobre los hombres que no habían frecuentado la alta sociedad , por inteligentes que fueran, esa superioridad que da el conocer el mundo, y que estriba en no transfigurarle con el horror o la atracción que nos inspira, sino en no darle importancia alguna. Su amabilidad, exenta de todo snobismo y del temor a parecer demasiado amable, era desahogada y tenía la soltura y la gracia de movimientos de esas personas ágiles cuyos ejercitados miembros ejecutan precisamente lo que quieren,  sin torpe ni indiscreta participación del resto del cuerpo.

pag.269


Como era muy ignorante y tenía miedo de no hablar bien, pronunciaba a propósito de una manera confusa, creyendo que así, si soltaba alguna palabra mal pronunciada, iría difuminada en tal vaguedad, que no se distinguiría claramente...





pag.327

...desde que había optado por la sencillez, por el arte y por la grandeza del alma,...

Y es que se dieron cuenta enseguida de que en Swann había un espacio impenetrable y reservado...


pag.329

Porque sentía esa curiosidad, esa superstición de ka vida que, al unirse con cierto escepticismo relativo al objeto de sus estudios, da a algunos hombres inteligentes, cualesquiera que sea su profesión, al médico que no cree en la medicina , al profesor de instituto que no cree en el latín, fama de amplitud, de brillantez y hasta de superioridad de espíritu.


pag.318

... el chic es una emanación de unas cuantas personas que lo proyectan en un radio bastante amplio - y con mayor o menor fuerza, según lo que se diste de su intimidad- sobre el grupo de sus amigos o de los amigos de sus amigos, cuyos nombres forman una especie de repertorio. 










jueves, 27 de octubre de 2016

Frases Proustianas.





[... y aunque era un temperamento frío,  tan incapaz era de grandes acciones como de villanías.]


Marcel Proust. Los amores de Swann.







domingo, 28 de agosto de 2016

La belleza del gesto: La femme parisienne.



Paris, Julio 2016,   L'Odeon. Saint Germain des Pres.



Su autoridad procede del gesto. Es consciencia en la manera de mover cada parte de su cuerpo, consciencia que deviene en naturalidad;  una armonía de movimientos en los que cada parte ejecuta el movimiento preciso, como el sonido diferenciado de cada instrumento en el seno de una orquesta.

Desde que regresé a Madrid, no paro de pensar en la manera de describir esta sensación de elegancia natural que transmite la mujer  parisina en todos sus gestos y movimientos, pero se me escapan los pensamientos y las sensaciones, incapaz de concretarlos en certeras palabras que puedan dar con la clave. 

Ha siso leyendo un pasaje de Proust,  cuando mi ansiedad se ha visto disipada al encontrar, como si de un hallazgo se tratara,  unas frases en las que  queda esta clave del gesto reflejada en unas palabras bellas y exactas, dignas sólo de un genio como él.


<< Su amabilidad, exenta de todo snobismo y del temor a parecer demasiado amable, era desahogada y tenía la soltura y la gracia de movimientos de esas personas ágiles cuyos ejercitados miembros ejecutan precisamente lo que quieren,  sin torpe ni indiscreta participación del resto del cuerpo.>>



Marcel Proust, Por el camino de Swann.












pequeñas joyas






Por entonces,  era primavera,  una primavera helada y pura.

                Marcel Proust. Por el camino de Swann. 





Estas frases de involuntaria belleza me conmueven. Las leo,  y  al llegar al punto y final, después de recorrer sus palabras con mirada distraída y sin esperar nada especial, compruebo con desconcierto, cómo aquel pequeño cúmulo de palabras terminan por dotarsede una belleza tierna y humilde.
Pasa igual que, cuando por azar, durante el otoño, es posible encontrarse con un suave golpe de viento que haga entornarse una hoja, retorciendo sus pliegues en suaves giros de gran belleza.




jueves, 25 de agosto de 2016

La noche



Desde la oscuridad que me brinda el salón de mi casa en la madrugada, decido salir a la terraza;   quiero sentir de un vistazo la infinitud del cielo. La temperatura es agradable,  quizás algo fresca. A estas horas,  cuando todos descansan sobre sus camas,  los pequeños ruidos que durante el día permanecen silenciados,  parecen cobrar vida. Escucho un goteo que proviene de alguna máquina refrigerante;  una suave brisa hace aletear sutilmente, -como una pequeña vela-, la tela del toldo.

Quiero relajarme.  Me he tumbado sobre el blanco marfil del sofá. La llegada de la noche hace que uno tienda a soñar;  en realidad es fácil,  sólo hay que aflorar el deseo que atesora la inquietud, y que permanece oculto bajo tantas capas de rutina acumuladas en el día a día.

Me parece distinguir algunas estrellas en una primera observación, ¡hace cuánto que no lo hacía!, con el pasar de los años,  nuestras miradas se quedan estancadas en las aceras de nuestras ciudades, anestesiadas por la rutina mundana.  Han pasado unos minutos  y me estoy preguntando,  -observando este panorama celeste inexplicable - :  ¿cuál es el sentido de la vida y  la existencia?,  no ya la mía,  ni de todos nosotros,  sino de la vida misma en cualquiera de sus formas. ¿ Por qué?.  Me bastan unos minutos más para poder empezar a contemplar, cuando mi pupila se ha adaptado a la carencia de luz,  más y más cuerpos celestes que probablemente ya no existan,  y mi impresión de ver vida  en el destello de esas estrellas,  no sea más que el recuerdo temporal de una luz que viaja proyectada,  dando testimonio de lo que ya no existe.

Ahora, como si fuera un pequeño haz  deslizándose,  aparece un avión muy a lo lejos.  No se oye nada.  Me deleito con su suave discurrir por el mar atmosférico que nos mantiene vivos.  Retomo mi observación celeste:  ¿Y si, todos esos puntos brillantes fueran agujeros por los que entrase una luz desconocida?. ¿Que todo el espacio estuviera contenido por una gran tela en forma de esfera,  y todos estos puntos de luz fueran pequeños agujeritos por los que se cuela una luz perteneciente a otra dimensión exterior a nosotros?.

Da igual, de poco sirve elucubrar escenarios. Sigo observando,  y al final, todo esto que me sobrepasa y me trasciende,  incapaz de poder entender,  me lleva a una sola pregunta hacia mí mismo:  apelo a la utilidad de mi propia vida. ¿Qué es lo que puedes hacer en la vida, - con tu vida - , para que tu paso por este estado extraño, desconcertante  y extraordinario  haya merecido la pena?.

Hago mías las palabras del  Dalai Lama, su sencilla reflexión para ésta pregunta fue la siguiente: 


“La vida de un ser humano se puede considerar más exitosa cuanto más tiempo haya empleado en ayudar a los demás.”



martes, 2 de agosto de 2016

la búsqueda del amor.




Dicen que el amor no se busca, sino que se encuentra; como si la tierna voluntad del individuo,- deseosa de encontrarlo - ,  suprimiera una naturalidad conveniente y respetuosa con un supuesto destino que el amor gobierna. La búsqueda del amor es también amor, en tanto que deseo hondo e íntimo de amar y ser amado. A ésa búsqueda valerosa quiero referirme.





Razones para escribir...



Uno escribe para existir, escribimos porque tenemos algo que decir, porque tenemos el valor para hacerlo. Escribimos para comprender cuando empezamos a entender. Escribimos para descifrar el caos. O para encontrar el amor.


On écrit pour exister, on écrit parce qu'on a quelque chose à dire, parce qu'on a le courage de le faire. On écrit pour comprendre quand on commence à comprendre. On écrit pour déchiffrer le chaos. Ou pour savoir aimer.


Michelengelo  Antonioni.

lunes, 1 de agosto de 2016

Notas sobre cine



Los cineastas tienen la tendencia a poner el foco en la vida de los personajes. Van siguiéndolos con sus cámaras, siendo testigos de cada detalle de sus vidas, sus gestos y sus conversaciones. El cineasta busca describir la singularidad de los dramas humanos,  el conflicto específico. Entiendo que creen que ello es dirigirse hacia lo extraordinario que hay en nosotros, -los seres humanos-,  y  nuestra singularidad propia.  Sin embargo, hay otro registro que queda inédito o al menos descuidado,  y que bajo mi punto de vista es más importante por ser anterior, por ser preexistente  al ser viviente que sigue el director con su cámara: es el  medio en todas sus formas. Es substancial por ejercer una constante influencia sobre el ser viviente, aunque esta influencia,  al tener un carácter   silente e inmóvil - pero perpetua- ,  permanece a menudo escondido al ojo del director, salvo ejemplos como los de Antonioni o Leox Carax - en Holy Motors-  entre otros, en los que se advierte un interés en la estructura del film por reflejar esta relación entre el medio y el comportamiento humano, como partes indisolubles de un todo al que no deberíamos renunciar como potencial definidor de una verdad más completa, menos autocomplaciente con la vanidad humana. La mayoría de los directores se sirven del medio, pero no interaccionan con él de forma profunda, sino es más bien una apoyatura necesaria para desarrollar una trama. 

Es la tienda, es la iglesia, es el paisaje, la calle,  es la plaza, esta acera o este restaurante, - cualquier objeto- .El medio nos trasciende. La vida del ser humano viviente es circunstancial,  es efímera, aunque con el potencial de incorporar a ese sustrato general que es el medio un aportación tras su periplo vital,  transformándolo en su constante e inevitable interacción. Mi labor como cineasta intuyo  debiera centrarse en mostrar  las relaciones entre el medio y la vida de los personajes,  debe haber alguna forma de poner en juego ambos mundos en su justa medida; en la sutileza con que dicha relación quede sugerida, residirá el éxito de esta visión sobre la narrativa fílmica.


El medio:










Los Objetos: 


   

Que vuelva Voltaire.



A la propensión de emocionarse con la belleza de la  mujer lo llaman exageración, no se dan cuenta de que es otro tipo de cordura.



domingo, 31 de julio de 2016

Madrid y París




Era una mujer que llegaba a intimidarme por la sola razón de advertir en ella  el mismo tono de fría cordialidad,  tanto para decir que quería parmesano en el plato,  como para declararme que deseaba  pasar  un fin de semana conmigo.




Nunca fue fácil buscarse a uno mismo.


Giré por rue Seguir y encaré el  último tramo recoleto, entubado y acogedor de la rue Saint Andres des Arts  que  desemboca en place Saint Michel. Venía rumiando  una conversación con alguien a quien admiro por su valentía en la búsqueda de su propia identidad. Justo antes de pasar por los cines, me topé con la imagen que precipito mi reflexión; dejé de rumiar para empezar a pensar en una dirección consciente . Vi a un personaje de unos 55 años escuchando música con auriculares. La mirada la tenia algo perdida, pero estaba concentrado. Sentí que aquel tipo estaba viviendo el momento intensamente. Vestía de manera  jovial y estaba sentado  sobre un pequeño altillo en la entrada de un portal.  Miraba en la dirección longitudinal de la calle,  hacia la perspectiva; ni se inmutó ante mi paso y pude observarle impúdicamente,  pues para él,  yo no estaba allí.


Comprendí, sugestionado por mi conversación con Marta, que aquel hombre estaba plenamente identificado consigo mismo. Todos, desde pequeñitos, podemos elegir entre dos caminos; uno lo apuntó Camus :  "Nadie se da cuenta de que hay alguna gente que gasta excesiva energía simplemente para parecer normal" ,- es extenuante y descorazonador-,   o emplear esa misma gran cantidad de energía en encontrar su propio camino hacia una correspondencia fiel entre personalidad y modo de vida. La misma cantidad de energía, pero utilizada con provecho,  apostando por uno mismo. Elegir la segunda senda será quizás cuestión de valor,  o estar enamorado de vivir. El que vive enamorado de vivir ya tiene una razón muy potente para hacer ese esfuerzo diario.






martes, 28 de junio de 2016

Asumir no es aceptar.




Dejar ir, no es sinónimo de aceptación.  Asumir no es suficiente. La forma en que dibujemos la marcha del otro dentro de nosotros,  definirá una liberación interior que puede llegar a ser total, o bien,  la herida interna que nunca tienda a sanar, una herida que lastre tu capacidad para amar en el futuro.  Amar también es aprender a desprenderse de uno mismo. Aceptar la marcha del otro,  poco tiene que ver con tener una autoestima alta.  Si lo pensamos un poco y nos somos francos, si te observas como si tú fueras otro ser al que estudias, no te será difícil advertir tu egoísmo ante la marcha del otro. Quizás, se trata de un egoísmo enraizado en  esos pequeños juegos diarios de nuestra infancia en la que nos enseñan a competir para conseguir cosas. 






Nuestro instinto de supervivencia nos impulsa a desear poseer aquello que nos da seguridad. Pero, por condición propia a la naturaleza, nada tiende a ser estable;  siempre estaremos temerosos de perder la estabilidad que logramos, y cuanto mayor sea,  mayor será el pánico a perderla.
En  nosotros está la decisión de aceptar con amor el alejamiento del otro. Aceptar con amor supone, no sólo asumir su marcha, sino respetar - con humildad-, la decisión del otro,  utilizando como mecanismo de aceptación un respeto sagrado hacia  nosotros mismos y fundamentado en la comunicación directa con la naturaleza. En realidad,  se trata de integrar nuestro propio yo dentro del funcionamiento inestable de la naturaleza, y ello, da paz interior. No es el otro el que nos deja,  simplemente es la vida y la naturaleza la que desarrolla su función selectiva, no hay un culpable.  El otro ser se aleja, y quizás, después de una pulsión propia de esos instintos que definen las bajas pasiones que llevamos congénitas para sobrevivir,  y que la sociedad nos ha catalizado a través de una educación en la que el ego es un mecanismo que sustituye a la paz interior, desembocamos en el error. El error es dejarse llevar por el egoísmo ancestral derivado de la supervivencia, sumado al  ego,  que es carencia. 






El ego rellena ficticiamente el vacío que debería colmar la aceptación de uno mismo y de la vida,  tal y como es;  no hay drama en ello,  sino más bien una sutil y delicada belleza. 
La eliminación del ego genera un silencio dentro de nosotros que te permite escuchar la relación íntima entre los sentimientos de tu corazón y las leyes de la vida. Nada he de hacer, pues si buenamente he intentado retenerla por medios loables,  y ella decide marcharse, mi responsabilidad se ha acabado;  ahora doy paso a la naturaleza y me desarmo de egoísmo, me deshago por fuera para formarme por dentro, permanezco tranquilo y en paz , observando su huida en medio de ese mar de corrientes que la está llevando hacia otro lugar. No se va ella, se la llevan, pero con dulzura;  la dejo partir,  mirando cómo su figura se hace más y más pequeña hasta perderse en el horizonte, y la sensación se me asemeja a ese final sublime de Muerte en Venecia, en el que Visconti hace morirse al viejo y cansado compositor Gustav sentado en una hamaca sobre la fina arena de una playa en el Lido,  mientras observa,  extasiado,  cómo la figura del joven al que ama,  perfila belleza entre el mar y el cielo. Aquello que se nos va sigue siendo bello; ya lo era, antes de que nosotros lo tuviéramos.












Imágenes de Muerte en Venecia, de Luchino Visconti, 1972.


miércoles, 22 de junio de 2016

Ilusión y verdad.

Rayuela, Cap. 12. Julio Cortázar.



Las ilusiones, al final, son esas verdades subjetivas que proyectan nuestras vidas. ¿Qué importa la realidad objetiva?. La ilusión es la verdad íntima en cada uno de nosotros. La realidad objetiva de las cosas -  por otro lado inaprehensible,  si es que existe y fuese absoluta - ,  nos es ajena. Sólo a través de la ilusión nos hacemos personas - únicos-   y ejercemos la vida. La ilusíón es nuestra actitud ante la vida, esta subjetividad nos dota de identidad.
Nuestra ilusión o esperanza  es refrendada o negada por los hechos,  implacable juez que sólo depende del tiempo para dictaminar; mas si al tiempo se le  presume una continuidad,  la ilusión será el motor de la nuestra verdad; poco importa que sea una verdad real, pues la ilusión propicia lo fundamental:  nuestra perseverancia a través del tiempo;  y el tiempo,  ¿qué es el tiempo?: es el reflejo de la ilusión basada en la incertidumbre.







miércoles, 8 de junio de 2016

Piccolo pensiero.





Imaginaba escenas  para el  fin de semana - como acostumbro - proyectando alguna cena o café aislados, distracciones puntuales;  quizás,  en compañía de alguna fémina que pudiera haber conocido recientemente. Sorpresa la mía cuando,  al centrar mi pensamiento en LSM , tuve el dulce e intenso deseo de  concebir el fin de semana acaparando todas las horas del reloj de todos los días del fin de semana a la belle femme de sofisticado escote parisino, refinado estilo y distinguido aspecto.





Lenguaje y sentido.







Siempre que se dice algo, se sabe el motivo, 
y si no se sabe el porqué, se puede sentir. 
Si no se siente,  es que se intuye. 
Si no se intuye, déjalo a tu subconsciente, que él sí que sabe. 
Nada es azar en el mundo de las palabras.







martes, 31 de mayo de 2016

Turbación.



Desde luego, qué espejismo es la vida. Iba en mi coche conduciendo y observando cómo todo se movía y funcionaba a mi alrededor en la ciudad. Los coches se mueven, las personas hablan, interaccionan, las plantas en primavera florecen. Y me dije a mí mismo, -después de una parada en mi pensamiento - : ¿ esto es lo normal?, ¿esto que está pasando es lo que pasa siempre?, ¿ la vida es lo natural, lo que siempre está?. Recibí un mazazo, un desconcierto al darme cuenta de que no, de que lo normal es la muerte, Lo normal es la nada de lo que un día existió y ya no existe ni existirá, sumado a todo aquello que existe en potencia en el futuro, pero de facto no es, no es nada, no esta vivo. De manera que, contemplando la cantidad de organismos y tiempo -temporalidad-  que ya están muertos,   imagino perturbado toda esa pléyade temporal cuasi infinita que es no vida, es muerte. 

La vida tan solo existe en un infinitésimo temporal que es el presente, y que acompaña al tiempo en su devenir, y justo ahí, en ese punto obscénamente diminuto  y milagroso, estamos nosotros, vivos. 

Así que resulta desconcertante ver el devenir diario de la vida que nos rodea y darse cuenta de que es un espejismo, que vivimos en la mayor de la excepciones temporales de la temporalidad, (que es la temporalidad - vida ),  y que esto que estamos sintiendo en estos momentos es inaudítamente excepcional y no es en ningún modo la normalidad de la naturaleza, es decir, la mayor parte de la naturaleza está muerta. Ya ha vivido durante millones de años y lleva millones de años muerta, es absolutamente desconcertante, me quedo sin adjetivos.

Ahora bien,  la siguiente reflexión - y esto se me esta ocurriendo sobre la marcha- ,  que me nace a partir de la primera turbacíón es que , para más inri y paradoja, resulta que para que este ínfimo estadío de vida y tiempo en conjunción - coordenadas espacio temporales y vida-,  tenga lugar,   no hay más  narices que haber transitado por todos los estadíos anteriores de vida - muerte  que han precedido a este preciso instante presente en que la vida "existe y es" ;  por tanto, todo aquello que está muerto y  ya no es, y que constituye el cuasi todo del devenir del tiempo, está de alguna manera presente en este momento o instante en que la vida es vida y ya no es muerte. Para decirlo más claramente, toda la historia del tiempo, toda la muerte extendida a lo largo de los siglos, de los milenios y millones de años, está concentrada en términos de evolución causa efecto en un solo instante presente que es la propia vida. La vida es aquello que dura un segundo y proviene de toda la muerte de la historia del tiempo. 








lunes, 30 de mayo de 2016

El verano.






Murió en septiembre de 1728. Septiembre otra vez. No había nada que hubiera amado tanto como el verano, los últimos días del estío, la espesa y suave textura de su luz.




Pascal Quinard. La lección de música. 1987.






Un Pálpito.




Fue después de colgar el teléfono,  en una de sus numerosas llamadas desde París. Volví a sentir ese pálpito que te roba la consciencia del tiempo, como siempre sucede,  - cuando ocurre -.   Me envió un pequeño texto que no esperaba recibir,  y mucho menos en forma de reconocimiento tan desnudo y brutalmente directo, desgarrando mi sensibilidad. Tantas conversaciones de un interés desinteresado, o más bien de un interés amoroso, de apuesta por el otro, por ser colaborador de sus sueños y guardián de sus debilidades.

Has de confiar en mí, pero sobretodo en ti. Descúbrete otra vez. Abre un capítulo de tu vida con un inicio que sólo tenga  final en el horizonte temporal de dos vidas unidas; déjate agarrar mi antebrazo en el tuyo,  como los romanos.  







sábado, 14 de mayo de 2016

Dilema.



Constantemente la vida nos pone en situaciones en las que hemos de elegir. De nuestra iniciativa puede depender cambiar la realidad que nos rodea y las realidades que nos constituyen, o que las realidades nos sobrevengan sin nosotros intervenir en ellas, al menos no conscientemente. Uno de los grandes asuntos de nuestra vida es el amor. Ahora mismo me encuentro en una encrucijada; ¿qué hacer si conoces a una mujer en la que vislumbras un potencial que sientes puede llenarte hasta el resto de tus días, y ella, a su vez, -otorgándote un valor humano con el cual desea interaccionar-, no llega a decidirse por profundizar,  ya sea bien por estar en un momento de desarrollo personal, o bien porque quizás no vea claro que yo sea esa persona que la pueda complementar per sé, como yo si lo intuyo?.

A menudo ser sabio significa dejar las cosas fluir, no intervenir dejando que sea el destino el que dicte la evolución de los acontecimientos;  esta inacción puede ser una señal de respeto hacia nosotros mismos, una especie de renuncia a forzar las cosas y un gusto por no desear aquello que no nos es dado de forma natural, sobre todo en el amor. Sin embargo, me alberga la duda de si esa intuición que me acompaña cada vez que ella está en mi pensamiento, - de si debiera luchar por ello, por intentar sugestionarle el horizonte que veo y que ella lo pudiera llegar a sentir como yo- sea la mejor opción. ¿Puede una mujer tomar conciencia amorosa  por la perseverancia de un hombre?.  ¿Hasta qué punto o límite podemos - legítimamente - luchar por la mujer que creemos puede ser la de nuestra vida, sin caer en una obstinación que nos despoje de cierta dignidad?. Quizás esta sea la primera vez en que siento que he conocido a una mujer a la que seguir;  sí, una mujer a la que admirar también;  pero sobre todo, a la que deseo acompañar en su periplo vital,  al mismo tiempo que ella me complemente a mí en mis inquietudes vitales. 
Muchas de estas inquietudes son compartidas, curiosamente, por tener un tipo de inteligencia similar, y un espíritu deseoso de crecer.

Qué bonito es encontrar a alguien a quién seguir, alguien con quien quieras estar a su lado en sus proyectos, - haciéndolos tuyos- . Me alegro de haberme topado con ella, me ha dado esperanza,  pues he despejado la duda de si yo estaba buscando una mujer que no existía, y haber ratificado que mi entusiasmo por encontrar una mujer a la que admirar  y seguir no era una idea utópica. Desde esta experiencia vital que he acumulado y la cantidad de mujeres a las que he dicho no, ahora puedo sentirme  tranquilo – en realidad lo estaba- pues tenía claro que debía escuchar siempre a mi corazón;  pero,  ¿acaso mi corazón buscaba sensibilidades femeninas extrañas que no existen, personalidades quiméricas?;  ¿quizás mi búsqueda era producto del hastío de tanto conocer, en una búsqueda de cierta singularidad que atenúe el tedio de lo standard?. Bueno, hace tiempo que me llaman la atención mujeres singulares, lo que pudiera considerarse un capricho por lo novedoso, he confirmado que puede integrar el tipo de mujer que necesito en mi vida; pero, cuidado, que hay pocas como esta, así que: ¿dejar marchar con posibilidad de vuelta, o intentar perseverar por conseguirla?.




viernes, 13 de mayo de 2016

"Parce que" la vida se me parece al Cine.




En París vive una mujer de facciones suaves con la cual puedo recuperar una letanía temporal ya relegada al ostracismo,  en que las personas , allá por el siglo XVIII, afloraban sus pasiones íntimas acerca de la vida y el arte vivir mediante respetuosas cartas que forjaban duraderas relaciones epistolares. Cada texto-partitura,  escrito-a,  era un misterio que se revela de forma física en papel ,  - mensaje corpóreo -, con tinta vertida por manos  sensibles. Memoria de cartas almacenadas en montón;  por centenares escribían los ilustrados franceses. Me viene al recuerdo Madame de Châtelet, - de nombre Emilie, te ves cercana - . ¿Dónde te haces presente ahora?, en este siglo perdido entre lo volátil e instantáneo de una vida sin fuste al que asirse, y una perentoria urgencia por la nada instalada en la virtualidad del cambio por el cambio. 

Tierna dama refinada y de resorte cultural inquieto, culta,  desprejuiciada; Sí,  Châtelet, quiero ser tu Voltaire. Verás,  mi Flâneur parisina , a poco que medites sobre ello, que una vida en común ha de contener proyecciones paralelas con intereses complementarios; el amor se hastía por tantos desayunos sin una mermelada que varíe de gusto;  de reiteradas noches del desvelo inherente al desconcierto de la rutina sin contenido, - la que mata a base de notas iguales de igual tempo- .  El secreto está en el tempo, sólo hay que variar el tempo para que la rutina alcance a la costumbre, y después  convertirse en tradición, completando el ciclo de lo que nos hace unirnos,  creando la historia de las relaciones,  de las familias;   así con todo,   nación y cultura.

Tú eres el origen del motivo que me hace brotar a través de  esta  escritura con vocación de ida y vuelta. Viví por tu acción  un día Bressoniano - de Robert,  nada de Cartier-,  porque lo nuestro fue imagen en movimiento,  un real discurrir del tiempo en imagen tras imagen que quedó impreso en mi memoria; una jornada segoviana de verdadero filme. En las películas de Bresson, el espectador sufre un proceso de acumulación emotiva. La estrategia de Bresson consiste en que los personajes van interiorizando los conflictos y emociones que sienten. La gestualidad se encuentra en un punto límite en el que podemos notar que el personaje está cargándose de emociones, sin embargo,  no hay una expresión clara de esas emociones según las van viviendo e interiorizando, no las expresan. De esta manera, según avanza el metraje, pareciera que los personajes van acumulando emociones y almacenándolas en su interior, sus gestos son muy sucintos, sutiles, casi imperceptibles, reina el silencio; los diálogos son muy escuetos y los tonos de voz muy lineales,   pero llegan a la sensibilidad del espectador indirectamente en forma de continumm emotivo. Sólo al final, en el desenlace, toda esta emoción contenida se descarga y libera en la secuencia final. Ha merecido la pena la tensa espera, pues todo ese proceso acumulativo toma un sentido en la apoteosis de la escena final, y la película queda completa de significado. 



En esta ocasión el filme costaba de dos personajes. Ella y yo. Pero yo llevaba la cámara, ,de manera que, realmente, aunque yo participaba para que su performance tuviera lugar, la actriz era siempre ella, y es el objeto de mi emoción. Fueron seis horas ininterrumpidas de compañía y conversación entre las calles y monumentos de la que pienso es una de las ciudades más valiosas de España: Segovia. Todo lo francés me gusta: la literatura, su cine, su afición a la cultura. Pero la mujer francesa, y más la parisina con vocación internacional, ostenta el climax de mi atención y admiración. Emily es una mujer con una gran clase. Su rostro es tan bello…. , Tienes los labios , la boca y el suave mentón de la chica con la se cruza Alain Delon ( el hermético Jeff Costello en Le samuraï), ambos se miraron en un semáforo desde cada uno de sus respectivos coches. Te dije que era igual que tú aquella chica parisina que Melville escogió para mirar a “Le samuraï”. 





Retomo a Bresson: Nuestro día segoviano fue acumulando gestos, miradas de las que no esperas consecuencias inmediatas pero sí te reconfortan recorriendo las pequeñas fibras sensibles del cuerpo, suaves y tímidas caricias a la cabellera mientras rodeábamos la muralla medieval. En las plazoletas, sentados en bancos de granito contemplábamos fuentes regentadas por palomas fugaces y nuestros cuerpos  apoyaban sutilmente sus pesos sintiéndonos el uno al otro sin necesidad de anclarnos con las manos. No obstante, a pesar de  mis intentos por empatizar,  siempre hay un muro que se hace presente sin estar; un plano de vidrio que se sitúa entre ambos e impide la comunicación a un nivel emocional superior, - el siguiente escalón en la comunicación no verbal - aquél que implica el exponerse al otro, el mostrarse tal cual,  sin una profilaxis que salvaguarde el punto interior que nos hace vulnerables al otro.

Aquella jornada, ya después de vivir el atardecer segoviano y haber regresado a Madrid, me brindó una cena italiana por el barrio de Almagro aún con su exclusiva compañía. Sumábamos ya 12 horas juntos. Ambos mirábamos al resto del restaurante desde nuestro banquito almohadillado, muy confortable para deslizarte y recolocar el cuerpo ,inclinándolo, apoyado hombro con hombro. Recapitulaba y sentía la energía almacenada a través  de sucesión de pequeñas vivencias que habíamos compartido, pero..., ¿dónde estaba mi última secuencia bressoniana?, ¿acaso aquella energía casi imperceptible pero constante que fuimos acumulando no habría de liberarse?. 

Estábamos con el postre, y a cada cucharada en que al tiempo degustaba mirando a su entorno, yo aprovechaba para contemplarla,  porque es placer de privilegio poder captar cómo la luz perfila su contorno facial, tan poblado de curvas exactas, idóneas en su sensualidad y certeras por su elegante refinamiento.
De entre sus pronunciadas pestañas emergen unos ojos que destacan tanto su curvatura esférica, que puedes sentir como si la estuvieras mirando de frente. Su perfil transmite casi tanto como su mirada frontal.  Pues fue en una de esa cucharadas de postre helado, donde , sin yo esperarlo,- en respuesta a un comentario mío de cualquier tipo-, hizo que girara la cabeza para mirarme frontalmente,  tan cerca, y con una expresión liberadora de sí misma , en la que ese vidrio virtual que nos separaba quedó disuelto por la combinación de su amplia sonrisa perfectamente relajada  y una mirada que por fin carecía de velo, transmitiendo una alegría sincera en la que podía perfectamente advertir cómo su vulnerabilidad emergía desde su punto débil interior y se me ofrecía toda ella a mi, tal como es. Esta mirada, que se repitió una vez más casi seguidamente, tras tres segundos, fue la liberación de la última escena  que puso punto final a  nuestra larga película de 12 horas. Mereció la pena, pues tras una  constante  contención latente, por fin se liberó de  las riendas de su bocado,  para dar una cara totalmente íntima en un momento de unión entre los dos,  que provocó - a modo de títulos de crédito finales - una salida a paseo del restaurante abrazados cintura con cintura, camino al coche, y sin la necesidad del beso que refrende nada, pues esto es una película que se pueda convertir en serie.








viernes, 29 de abril de 2016

Habitación 7-1




Hoy está candasa, bueno, quizás está  algo baja de moral. Cada día trae un semblante diferente. Al principio, si la notaba un poco triste o fría, lo atribuía a una distancia que imponía como respuesta a mi sutil  coqueteo.

Siendo franco, no sé qué hago o dejo de hacer con respecto a ella; esta situación es de naturaleza tan singular, que me pilla de nuevas, sin armas. En esta caso,- la libertad  del corazón abierto a interaccionar-, la que sigue por sentirse liberado para ser tú mismo con respeto a la otra persona, queda cercenada;  lo que pierdo en identidad-libertad,  lo gano en sutilezas. Mi  ingenio se agudiza mientras el espíritu me dice que se siente algo apesadumbrado.

Fue a principios de Abril cuando le abrí mi puerta. Va a terminar el mes y mis ensoñaciones ya están en avanzado desarrollo de locura. Entre nosotros, o existe la luz de un día azul de estos que nos deslumbran, o caen jarros de agua. En uno de esos días bañados por el sol, consigo con requiebros entrar en conversaciones sobre su vida, me encanta verla disfrutar contando cosas que le atañen, es en esos momentos cuando abre una pequeña ventanita y me cuelo dentro de su salón interior. Puedo deambular como un niño toqueteando todo lo que encuentro a mi paso, probando que me dice cada pequeño objeto que ahí se encuentra, escondidos al gran público.


Cuando habla de algún logro de conocidos suyos, proyecta una felicidad serenamente desbordada. Un alma virtuosa ha ido a desembocar en mi vida. Agradezco al destino la oportunidad de poder disfrutar de personas que se alegran con el bien de los demás. Estas son las cosas que me alegran la vida, los verdaderos hitos que nos hacen sentirnos vivos advirtiendo la felicidad del ajeno, y en ella , verdaderamente, todo se torna especial bajo ese rostro que emana calidez.  Ella transforma la felicidad en una cadena de sentimientos transportados desde la escena que describe mientras mira ensimismada musitando la situación, - extrayéndola de otro lugar y otro tiempo -, provocando que  atraviese sus suaves formas corporales , dejándolas sobrecogidas y satisfechas, hasta llegar a mí , mientras la contemplo con verdadera devoción.