le feu follet

le feu follet
"Hay momentos de la existencia en que el tiempo
y la extensión son más profundos y el sentimiento
de la existencia parece inmensamente aumentado".


Charles Baudelaire.

viernes, 27 de junio de 2014

sábado, 21 de junio de 2014

Poemas.






Mientras cruzabas.


Inesperadamente;  tan fugaz como su tránsito,
fue mi contemplación visual, breve e intensa,
como un estallido.

Apenas dos segundos de movimiento
hecho gloria,  y desaparece de mi vista, 
para después,  sufrir condena  eterna en la
celda del recuerdo evocador.

Ya no la veré más;  esa gracia perturbadora
terminará  por desaparecer de mi mente a
golpe de erosión,  como el constante batir
del oleaje sobre las arenas.

El tiempo; devenir  implacable y siempre infiel,   
será testigo de mi olvido sobre el recuerdo de su
delicado andar. 

Apareciste de la nada y en la nada  me dejas.
Sólo ya me queda:  yacer dividido entre el sentimiento
agridulce  de la recreación, 
y el escepticismo ante una  inútil espera.

Su historia,  su visión,  se  desvanecerá entre las mil
y una historias que entretejen esta ciudad,
poblada por interminables mareas de destinos cruzados.






A una mujer andaluza.


Tú tienes la gracia. 
Eres infinito, ojos de la tierra del sur.
Qué dulces pensamientos inspiras.
Las personas, se enaltecen con tu presencia;
vibrante  resplandor proyectas.


Oh mujer andaluza; resuenan las tenues colinas que
mecen los olivos con tu constante canto a la vida.
Sí que eres prolongación, del vivaz espíritu de tus ancestros.
Los yermos muros se tornan blancamente luminosos a tu paso,
Eres luz; alimento para el desvalido.


Oh mujer andaluza; desvelas secretos de belleza, 
impregnas de frescas fragancias tu camino.
Eres agua de tus ríos, torrente caudaloso, 
o apacible quietud;  paz de espíritu.


Sigue, persiste, persevera, y el mundo te devolverá lo que
 ya le has dado, porque tus ojos son fiel reflejo
de un noble espíritu; mirada de verdad ,  y por eso, brillan.



 




Tu abrazo.


Es tu arropo; mi dulce navegar entre tu silencio. 
Estremezco ante la calma desnuda que esparces 
sobre nuestros cuerpos en contacto; esa paz tuya, límpida.

Dejas mi alma en quietud; entrelazados como una hiedra,
unidos en una inmovilidad eterna.

Puedo sentir,  en la dulce presión de tu pecho contra el mío,
cómo haces detener el tiempo, 
y me haces partícipe de tu paz interior.

Surtes mi alma con tu bondad, 
a través del inmaculado aroma que impregnas.

Aquel abrazo, fue seña de perpetuidad por un sentir sincero,
esa extraordinaria capacidad para la entrega desde el alma.

Nada da a su fin en la cándida calidez de tu seno;
nada perece ,  pues cuando me abrazas, 
me llevas contigo, a algún sitio, o a ningún lugar,
o quizás, a ese recóndito estado del hombre, 
donde uno parece haberse olvidado de sus fantasmas
por unos instantes eternos.








Elogio a la noche.


Ausencia de luz, ¿qué  extraño elixir detentas?.
Turbas mi conciencia,  apelando a mi lúcida reflexión.
El día;  pertinaz presente,  nebulosa cegadora.
La noche;  apacible soledad,
 despejas la senda que anduve entre la claridad,

Día y sol; experiencia visible, realidad palpable,
contingencia y espontaneidad,
Negritud; manantial de lo eterno.
  
Y es que, es después de lo real en la mañana,
cuando al caer el telón, entre día y día: renazco,
y la oscuridad me ofrece visos que me hacen vislumbrar 
tonalidades en las luces venideras.