El hombre se ha dejado llevar por
la tentación de resaltar la singularidad como medio para señalar la riqueza de
la naturaleza y la vida, cuando, en realidad, lo más extraordinario está inscrito en aspectos que repetimos constantemente de forma automática; velo
cegador que oculta la extraordinaria dimensión de nuestras conductas.
En nuestra vida diaria convivimos con dos dimensiones: nuestra relación con el
entorno y la relación con nosotros mismos. Ésta última, es patrimonio exclusivo
del ser humano, siendo el único animal que se inventa a diario una vida paralela
a la real, fruto de su interpretación del mundo.Somos capaces de crear un mundo de diálogo constante con nosotros mismos a
través de la experiencia real y el pensamiento auto reflexivo a partir de la los hechos, nace así, una interminable sábana que vamos tejiendo día
a día, y que es lastre del pasado y vehículo condicionante para nuestra interpretación del futuro.
-Nuestra sábana-
…Nos
sacude con violencia, impulsivamente; unas veces, nos acaricia con suavidad
deslizándose sobre nuestra delicada
piel; otras, se retuerce y nos anuda el cuello tratando de ahogarnos.
En ocasiones
aumenta su carga, se empapa del extracto
acuoso que deja nuestro llanto y dificulta
nuestro caminar con su pesadez. Una mañana podemos despertarnos y ver el horizonte a través del plano
extendido y tenso de la sábana y llegar a
la noche con visiones de telas retorcidas, amontonadas en un desorden caótico, fruto de nuestro desconcierto. La sábana, - nuestra sábana- , es hilo de tergal o algodón egipcio; dormimos soñando espacios de interminables sábanas de tacto terso, sedas que te envuelven dándote la bienvenida al mundo del
bienestar.
Algunas
veces, tratamos de enfrentarnos a nuestra sábana; queremos eliminarla,
apartarla; la estiramos pero no se rompe jamás; toque un día hilo de seda o tela de saco, no podemos negarla, es nosotros mismos, y es inútil hacer desaparecer un solo metro de esa sábana por desagradable que haya sido aquel episodio de nuestra vida.
Los metros
de tela de momentos bonitos se entremezclan con la ruda aspereza de momentos amargos, pero al final, todo el hilo
se va hilvanando y entremezclando,
construyendo ese patrimonio textil irrenunciable,- por nuestro, por identidad -,
que es resumen de toda una vida. Quizás, cuando alguien
muere, debería dejar tras de sí esta larga sábana como testigo de su vida, como
recuerdo presente de su periplo vital, y de su ejemplo para otros.
Sábanas
límpidas y sábanas mugrientas; sábanas empapadas en sangre y sábanas curtidas
con remiendos; son cicatrices de un tiempo pasado; sábanas lavadas, limpias
pero con el testigo de las rasgaduras de aquello que pasa y deja marca, por
mucho que uno no quiera reconocer. Y esta visión de toda una vida acumulada en
un solo pedazo de tela casi interminable, - el
de una vida - , se presentaría ante los que vienen y tejen su propia
tela como ejemplo y testigo de quien fue
cada cual.