le feu follet

le feu follet
"Hay momentos de la existencia en que el tiempo
y la extensión son más profundos y el sentimiento
de la existencia parece inmensamente aumentado".


Charles Baudelaire.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Cine vs Teatro.





Desde hace tiempo vengo observando una especie de rivalidad  entre la gente del teatro y la del cine. Existe una tendencia a comparar ambas artes, y por lo general las comparaciones las escucho por parte de gente del teatro hacia el cine,  e incluso de gente del cine hacia el cine.


Los comentarios casi siempre giran en torno a la superioridad del teatro sobre el cine en diversas facetas; la autenticidad del directo, la experiencia temporal única, el hecho de que sea una experiencia colectiva, la interacción actor-espectador, la magia del teatro…

Todos estos factores parecen redundar en concluir que el teatro te proporciona una experiencia vital más auténtica, intensa y de mayor calidad. Parece como si el teatro fuera jerárquicamente superior al cine, y que este último fuera casi un apéndice, un arte secundario respecto al primero.


Naturalmente, la mayoría de estos comentarios proceden de actores.

Y digo naturalmente, porque resulta que un actor, es un profesional del teatro. Una de las diferencias fundamentales que aleja fulminantemente  el teatro del cine es que en el teatro el actor hace de actor, es decir, en el  teatro el actor interpreta un papel y además interpreta a un personaje, en esta dimensión, el actor y el personaje son dos entidades diferenciadas que se transforman en  una sola o se unen circunstancialmente en el momento de la función.  Una de las esencias del teatro es el hecho de que el actor en ese momento se transforma en un personaje concreto. En el teatro el actor es el núcleo de la obra y su interpretación la expresión de sí mismo, y en segundo término, del autor de la obra.



Dicho esto, es claro por qué a los actores les encanta el teatro, es el lugar y el momento en que pueden ser su personaje, y repetirlo de manera diferente función tras función.

El Cine opera en una dimensión totalmente distinta; en el cine el actor “es” el personaje, es decir, el actor como entidad desaparece, sólo existe el personaje, y esto viene refrendado por el hecho de que en el hecho fílmico; en  la imagen,  se representa un espacio de tiempo único y definitivo que representa un producto finalizado, acabado.



El teatro trata de recrear la vida , el cine quiere ser la vida misma, define un campo espacio temporal que es real y único. El teatro es real en tanto que realidad presente, pero no como realidad conceptual respecto a las directrices  que expresan su arte.


Todos estos malentendidos entre Cine y Teatro tienen su origen en el pensamiento de que el cine es una evolución del teatro. Como si de esta manera estuvieran íntimamente conectados y fueran comparables. El problema  que ha acarreado el cine como arte ha sido que en muchas de sus manifestaciones a la largo de la historia, el cine ha sido concebido como un arte teatralizado, es decir, en muchas de las películas que vemos los actores interpretan como si estuvieran en la escena de un teatro, sobreactuando y escenificando.



El actor de cine ni sobreactúa ni escenifica. Cuando digo que el de teatro sobreactúa no me refiero a que interprete mal, sino que enfatice su condición de actor sobre el propio personaje, esto en teatro tiene un pase porque el valor artístico puede estar contenido en la performance del actor, el valor puede ser la personalidad del actor, que le da su propia interpretación al personaje de Hamlet, por ejemplo. En el cine, el actor sólo representará a un personaje real que no se repetirá jamás,  porque en el cine esa historia sucedió una vez y sólo con ese personaje, excepción hecha de los remakes, pero no a lugar.



En el cine el Actor no debe sobreactuar, porque su personalidad no existe, no debe trascender a la pantalla, el actor es únicamente el personaje real de un marco espacio temporal,  que quiere definir una realidad que sabemos que es ficticia obviamente, pero artísticamente real, dado que el cinematógrafo es capaz de captar la vida y el mundo, tal y como la ven nuestros ojos a diario.



Todo esto que estoy comentando lo enlazo con las teorías de Robert Bresson acerca de la esencia del cine. Sé que hay varias formas de hacer cine, unas estarán algo más próximas a la teatralidad, pero no serán cine estrictamente hablando. En cualquier caso este es un tema a debate, ya que cierto es que se ha hecho gran cine sin esa anulación del actor que bresson propone.



De lo que no cabe duda, y creo que es una aportación de Bresson incuestionable, es el hecho de  que el cine ha sido y es un arte contaminado por la teatralización. El teatro molesta al cine, y lo contamina, el cine tiene su propio discurso y sus propios medios, que son en su mayoría radicalmente diferentes a los del teatro.



En palabras de bresson:


“Un film no puede ser un espectáculo, porque un espectáculo exige la presencia en carne y hueso”.




En el cine, el actor es un elemento más dentro de los elementos que forman el todo, y ese todo es un producto que es concebido por sólo una persona que es  el director; Antonioni afirmaba que el director es la única persona del equipo de rodaje de una película que tiene la película en su cabeza, los demás son ayudantes  que él debe manejar pasa conseguir el producto artístico que ha planteado.



Esto hace del cine un arte particular y diferenciado del teatro, cada elemento de una obra de cine es estudiado y manejado con precisión en pro de producto final  acabado. Esta visión del cine es descorazonadora para los actores puesto que les relega a un plano casi utilitario, pero es que en el cine lo bonito es cómo el personaje se confunde con la vida y la vida con el personaje. Me imagino que para que un actor quiera ser actor de cine ha de amar este concepto por encima de su ego interpretativo, su interpretación está al servicio de la historia que se cuenta, del concepto. El actor se pliega al film, y se entrega al director, el cual ha de ser lo suficientemente audaz y capaz como para sacar del actor lo que él quiera expresar sin que el actor tenga conciencia de estar actuando. El actor simplemente debe dejarse llevar, debe casi: “no ser”.



Antonioni  decía que prefería actores que no fueran especialmente inteligentes, la razón era que aquellos actores que son inteligentes o con mucha personalidad en su vida personal , tratan de poner su impronta, comprender al personaje y darle su interpretación, y eso entorpece la labor del director. Son preferibles aquellos actores  lineales y moldeables en pro de la obra.



Sé que esto resulta paradójico en primera instancia, me imagino que lo ideal será disponer de un actor inteligentísimo que de seje llevar al cien por cien, aunque esto es complicado.

El caso es que Antonioni se dio cuenta de que el actor inteligente trata de dar su propia versión, pensando que está aportando a la obra, el problema es que él no se ve, y la mayoría de las veces distorsiona la esencia del personaje, aunque él crea que no.




En definitiva, y a modo de conclusión:




Independientemente de que  a mí me atraiga mucho más el arte del cine que el arte del teatro, lo que he querido transmitir es que no tienen nada que ver, y que la sociedad en general se confunde sobre la apreciación de lo que significa el arte del cine, supeditándolo comparativamente al teatro, craso error.

Aunque tengan elementos en común y pertenezcan al ámbito de la comunicación las esencias de ambos son muy distintas, y los instrumentos narrativos muy diferentes, de lo cual se deduce que no tiene ningún sentido comparar cine y teatro en términos artísticos, sólo cabe hacerlo en términos de gusto o tendencia personal, ya que el cine te da unas cosas y el teatro te da otras bien distintas, así que, felicitémonos por ello…