Nuestra existencia tiene sentido por nuestro punto de partida:
el nacimiento, y por el día en que nuestro corazón deja de latir y finalmente,
se termina nuestro ciclo. Nacimiento y muerte; dos puntos de inflexión.
Realmente, si no hay un antes anterior
al nacimiento, el punto de inflexión
sería la muerte, puesto que es el único cambio consciente.
Bien; tenemos dos hechos reales, e igual de trascendentes,
con la particularidad de que si no se da el primero, no se puede dar el
segundo.
Esto hace del nacimiento la causa del efecto, la muerte. La
muerte existe porque existe el nacimiento.
La civilización occidental tiene un elevado concepto por la
vida en su recorrido, cuando ésta se encuentra en su fase de desarrollo entre
el punto inicial y el punto final.
Si la muerte tiene su sentido
debido a una causa que la precede: el nacimiento, ¿cómo es posible que aquellos
que defienden el derecho del individuo a
morir no defiendan el derecho de todo ser a nacer?; es una contradicción
en los términos, es decir, una afirmación y negación que se oponen una a otra y
no pueden ser verdaderas a la vez.
Si tienes la oportunidad de
defender tu derecho a morir es porque antes alguien te ha
dado el derecho, o la oportunidad de
nacer; ¿cómo es posible que aquél al que le ha sido concedido el derecho a nacer, pida
para sí el derecho a morir, reservándose al mismo tiempo el derecho para
decidir si otros seres no han de nacer, privándoles por ende del derecho a
morir que él se arroga?.
No veo autoridad alguna para hacer prevalecer una en detrimento
de la otra.