De la misma manera que para que una historia de cine
sea creíble es necesario que la existencia de la trama principal esté
apoyada por subtramas que situadas en la periferia del conflicto fundamental sean coherentes con aquella, dando sentido a
la historia , para que una conversación sea un diálogo verdadero o fructífero
es necesario que aparejado al debate
sobre el argumento esencial de la conversación, vaya de la mano la irrupción
periódica de aquellas ideas, que no formando parte de la esencia del
razonamiento , constituyen la llave para la evolución conjunta del pensamiento
en dicha conversación.
El diálogo verdadero necesita de las frases o ideas puente;
esto se produce cuando uno de los participantes complementa el razonamiento del
otro introduciendo un elemento de razonamiento a la cuestión que se esté tratando y que
introduce un elemento nuevo, este elemento es el punto de enlace para la
evolución de la conversación. En esto consiste saber conversar.
Se necesita el talento intelectivo de correlacionar
temas, es la capacidad para contemplar todos los aspectos que inciden sobre un
asunto o cuestión. La capacidad de correlacionar, de sacar a la luz
toda la información que uno tiene sobre un tema tanto respecto a su esencia
como a todos los elementos
circunstanciales que afectan esa esencia argumental. Lo que conduce a las frases puente son los elementos
argumentales que están en la periferia del núcleo conversacional, éstos, son
los que hacen derivar la conversación y hacer que evolucione.
En ocasiones, cuando conversamos con otra persona
acerca de un tema y tenemos la impresión de estar espesos, torpes, suele obedecer a que uno de los dos
interlocutores no es capaz de sacar a la luz los elementos periféricos de la
cuestión que se esté tratando, de manera que deviene el estancamiento de la
conversación.
Estaríamos ante un caso de monologuismo, uno de los
intervinientes expone su idea principal pero su interlocutor se va a limitar en
centrarse en esa idea principal, para apoyarla o bien rebatirla, pero no
aportará nada nuevo, ya que para que el razonamiento evolucione conjuntamente
es necesario que el receptor haga un esfuerzo y trate de entender cuáles son
los elementos periféricos o subtramas que bajo su punto de vista intervienen en
la esencia de lo que el interlocutor trata de transmitirle.
Si este proceso no se produce periódicamente en la
conversación, el diálogo habrá fracasado en el sentido de que ambos interlocutores no han conseguido evolucionar
en el pensamiento de forma conjunta, imposibilitando así que se haya producido una conversación en
toda la extensión del concepto.
Cuando este proceso de intercambio tiene no se
completa cíclicamente en la conversación entre ambos, el diálogo en términos de
evolución de pensamiento se termina y el emisor de la idea principal tiene la
sensación de que él mismo está espeso y no es capaz de transmitir las ideas; lo
cual es un espejismo, en el sentido de que no es responsable de tal parón
intelectual, simplemente su interlocutor no introduce a debate cuestiones
relacionadas que hagan derivar o profundizar la conversación.
En este sentido, es paradójico que cuando esto
sucede, muy posiblemente el interlocutor que ha escuchado los argumentos del
emisor piense honradamente que la conversación del emisor es carente de
interés, hasta incluso el emisor al no ver que haya intercambio contempla su
propio discurso como ridículo en la presencia de esa persona que le esta
escuchando.
El mismo tema a tratar escuchado por personas
diferentes puede llegar a tener un sentido muy pertinente, o..,en el peor de
los casos ser absolutamente prescindible o convertirse en mediocre, lo cual
hace que uno se pregunte si lo que quiere expresar no lo esté haciendo de forma
correcta, generándose hacia sí un pequeño sentimiento de culpabilidad y sensación de estar dando al receptor la
impresión de querer hablar de ciertos temas o cosas forzadamente, temas que en
realidad a los ojos del interlocutor
parecen que te son ajenos aunque quieras hablar de ellos.
Pues bien, a mi entender, esta especie de cisma que se produce, dando
por hecho que en esa conversación el grado de lucidez del emisor de la idea
argumental sea suficiente, tiene como motivo principal la ausencia de esas
frases puente que hagan entrar en juego los elementos periféricos que a juicio
del receptor intervengan respecto a la argumentación principal que el emisor le
está planteando. Si esto no se produce el diálogo termina, y necesariamente se
pasa a otra conversación, sin agotar intelectualmente el tema que se planteaba,
en realidad no se ha producido el dialogo, no ha habido conversación, el
pensamiento no ha evolucionado de forma conjunta. Si el receptor de la idea es capaz de a su vez
plantear nuevos elementos que tengan que ver con lo sustancial del argumento
entonces se produce el milagro de la conexión entre los dos.
La gandeza de este intercambio estriba en que ambos,
al percatarse de que el dialogo es fluido, mejoran inconscientemente su
intuición debido a la emoción que les produce la fluidez en el intercambio,
generándose así la predisposición psicológica más favorable para que cada interlocutor
se siente relajado y empiece a generar nuevas ideas que ni él mismo sabía que
tenía en su interior.., ése es precisamente el valor de un verdadero diálogo,
la conversación como elemento catalizador del pensamiento conjunto.