Desde la oscuridad que me brinda
el salón de mi casa en la madrugada, decido salir a la terraza; quiero sentir de un vistazo la infinitud del
cielo. La temperatura es agradable,
quizás algo fresca. A estas horas, cuando todos descansan sobre sus camas, los pequeños ruidos que durante el día
permanecen silenciados, parecen cobrar
vida. Escucho un goteo que proviene de alguna máquina refrigerante; una suave brisa hace aletear sutilmente,
-como una pequeña vela-, la tela del toldo.
Quiero relajarme. Me he tumbado sobre el blanco marfil del
sofá. La llegada de la noche hace que uno tienda a soñar; en realidad es fácil, sólo hay que aflorar el deseo que atesora la
inquietud, y que permanece oculto bajo tantas capas de rutina acumuladas en el
día a día.
Me parece distinguir algunas
estrellas en una primera observación, ¡hace cuánto que no lo hacía!, con el
pasar de los años, nuestras miradas se quedan
estancadas en las aceras de nuestras ciudades, anestesiadas por la rutina
mundana. Han pasado unos minutos y me estoy preguntando, -observando este panorama celeste inexplicable
- : ¿cuál es el sentido de la vida y la existencia?, no ya la mía, ni de todos nosotros, sino de la vida misma en cualquiera de sus
formas. ¿ Por qué?. Me bastan unos
minutos más para poder empezar a contemplar, cuando mi pupila se ha adaptado a
la carencia de luz, más y más cuerpos celestes
que probablemente ya no existan, y mi
impresión de ver vida en el destello de
esas estrellas, no sea más que el
recuerdo temporal de una luz que viaja proyectada, dando testimonio de lo que ya no existe.
Ahora, como si fuera un pequeño
haz deslizándose, aparece un avión muy a lo lejos. No se oye nada. Me deleito con su suave discurrir por el mar atmosférico
que nos mantiene vivos. Retomo mi
observación celeste: ¿Y si, todos esos
puntos brillantes fueran agujeros por los que entrase una luz desconocida?.
¿Que todo el espacio estuviera contenido por una gran tela en forma de esfera, y todos estos puntos de luz fueran pequeños
agujeritos por los que se cuela una luz perteneciente a otra dimensión exterior
a nosotros?.
Da igual, de poco sirve elucubrar
escenarios. Sigo observando, y al final,
todo esto que me sobrepasa y me trasciende,
incapaz de poder entender, me lleva
a una sola pregunta hacia mí mismo:
apelo a la utilidad de mi propia vida. ¿Qué es lo que puedes hacer en la
vida, - con tu vida - , para que tu paso por este estado extraño,
desconcertante y extraordinario haya merecido la pena?.
Hago mías las palabras del Dalai Lama, su sencilla reflexión para ésta
pregunta fue la siguiente:
“La vida de un ser humano se
puede considerar más exitosa cuanto más tiempo haya empleado en ayudar a los
demás.”