Sobre cómo aquello que denominamos nuestra experiencia, - resultado en parte, del conocimiento de la vida a través de la observación del mundo -, nos dota de una interpretación sobre la realidad del mundo que, lejos de converger hacia una visión más objetiva; es, en realidad, únicamente la búsqueda de aquellas interpretaciones que se acomodan a nuestro condicionamiento genético, herencia social, gusto y sensibilidad. Si embargo, esta distorsión connatural que acompaña la reafirmación de la identidad, se atenúa en individuos que hallan fascinación e intensidad vital en un plano fuera de la búsqueda inconsciente del reflejo de sí mismos en el mundo que les rodea; aquel plano, donde el hecho mismo de observar el entorno, conforma un pilar de sus vidas, como una verdadera vocación.