le feu follet

le feu follet
"Hay momentos de la existencia en que el tiempo
y la extensión son más profundos y el sentimiento
de la existencia parece inmensamente aumentado".


Charles Baudelaire.

martes, 7 de agosto de 2012

La Piscina.


Esta mañana, un niño italiano y una niña rusa, los dos de unos 10 años de edad, jugaban en el agua sin conocerse, se estaban haciendo amiguitos en el agua, jugaban juntos.
Yo era testigo cercano pues me había parapetado cerca de ellos, apoyado en el borde de la piscina y sumergido en el agua, pudiendo ver y oir claramente la escena:
Me empiezo a fijar en ellos y me doy cuenta de que  ambos  se hablaban en sus respectivos idiomas,  un diálogo ítalo-ruso…,  del que obviamente ninguno sacaba nada en claro del otro, es más, lo que me ha dejado perplejo es que se decían frases el uno al otro y el hecho de no entenderse nada era el fundamento del juego, el modus operandi del juego consistía en  bucear al unísono dos segundos, para sacar la cabeza otra vez y repetir un diálogo diferente al cual le seguía otra mini inmersión, así, como un bucle.
El niño italiano normalmente le decía a la rusa: “non capisco niente”, y la rusa le respondía con frases muy rusas y distintas en cada ocasión, acto seguido venía el estallido de risa y el zambullido al interior del agua…




Este juego aparentemente intrascendente creo que esconde algo que me parece genial:


Estos dos niños, sin ser plenamente conscientes, están forjando una relación amistosa a través de la imposibilidad de la comunicación, es decir, resulta paradógico que el principal escoyo que tiene cualquier ser humano para “amistarse” con otro sea el idioma, y estos dos niños han tenido el talento instintivo de utilizar esa merma en su beneficio, plasmándolo en un juego que les ha servido para mirarse a la cara, sonreírse, contemplarse y generarse reacciones el uno a otro, creando  así el vínculo de  confianza, básico para generar la amistad, como un milagro. Digo mirarse y contemplarse porque efectivamente no era un juego sin  más, era un juego de miradas contemplativas, miradas que duraban más de lo normal y que iban cambiando de matiz “miratorio” según evolucionaba la  situación.
No obstante, lo que me ha llevado a escribir este post no es precisamente por lo anterior, aunque ha sido el detonante…
Hace poco, oí a un Filósofo decir muy convencido que para él el ser humano se distinguía de los animales fundamentalmente por una cosa, su culturalidad. El ser humano es un ser cultural, y buena parte de su comportamiento depende de su culturalidad. La culturalidad no es otra cosa que la herencia de la tradición y su evolución e influencia sobre el hombre a lo largo de la historia. El hombre se identifica a sí mismo a través de su cultura.
Pues bién, es obvio que la influencia de la cultura se va instalando más y más según el ser humano va avanzando en edad y se va culturizando,  se va haciendo hombre,  ser cultural. Observando el comportamiento de estos dos muchachos, he sentido la pureza de la relación entre ambos, era una relación desprovista de convenciones que pudieran limitar su interacción. La inocencia y desconocimiento de las reglas culturales de su sociedad ha permitido una serie de momentos en los que los niños estaban disfrutando instintivamente de su relación, sin la cortapisa de las reglas sociales  que probablemente les habría impedido provocar un encuentro tan satisfactoriamente natural y espontáneo, lleno de gozo instintivo.

Si uno miraba al resto del personal allí congregado en la piscina, la culturalidad invadía todas las amacas.., la gente se cruza y se mira levemente , o si había personas tumbadas en amacas situadas cerca las unas de las otras, era difícil que se sonrieran de manera manifiesta ante una potencial situación de intercambio generada por un cigarro o cualquier otra excusa que justifique según nuestros códigos  una interacción. Está claro que la culturización de nuestra sociedad, de nuestra civilización,  nos reprime de alguna manera, nos contiene y perfila las reglas de inter-relación. Este contraste me ha generado una tristeza incial, dado que aparentemente , podríamos pensar en que es un  retroceso en la evolución de hombre, ¿no?.
¿Realmente debemos tender a desproveernos de la capa cultural para tender hacia un estado más elemental o primigenio?, ¿sería esto lo deseable?, ¿sería un  objetivo superior,  puesto que nos permite expresarnos de manera más inmediata, más natural, desprovista del peso represor de la cultura?.
La opinión que voy a dar hay que entenderla desde el espectro más amplio que podamos imaginarnos del concepto de culturalidad, como algo constitutivo de nuestra esencia, nuestros valores, nuestra ética, nuestras ambiciones. Todo, de una manera u otra , se va forjando a través del influjo que ejerce sobre nosotros la cultura. El hecho de que haya culturas en el mundo que consideremos negativas o poco respetuosas con la mujer,  no deben hacernos caer en la tentación de querer hacerlas volver al punto de partida, independientemente  de que aspiremos a cambiar aspectos de culturas que claramente vejan a la mujer por ejemplo. Pero mi objetivo en el presente  razonamiento es operar desde una dimensión más antropológica, en el sentido del valor de la  herencia y la tradición como esencia irrenunciable de nuestro ADN.
Nuestra propia cultura occidental, podría verse revisada y así lo será con el discurrir del tiempo, pero no debemos caer en el error de llevarla hasta niveles tales que nos permitiesen entender la dirección de la evolución de la cultura del hombre encaminada en la consecución de la simplicidad natural, la espontaneidad más sana , etc… que nos hiciera volver   hacia el principio.
En definitiva, ese disfrute de los niños, el cual es positivo en su contexto, no nos debe hacer pensar que el ser humano se deshumaniza según va cumpliendo edad…, en realidad la humanización del hombre consiste en su culturalización.
Esto es un hecho inevitable, y una vez culturizado, el ser humano se hace hombre, y es así como realmente se diferencia de los animales.
Dicho de otro modo,  nos guste o no,  evolucionar en nuestra cultura o tratar de renunciar a ella en pro de una vuelta  a lo primigenio para sólo quedarnos con lo que pensemos que son aspectos positivos, seria una involución, una contradicción,  y el no reconocer la esencia misma de lo que nos hace realmente diferentes. O más aún, una falta de conocimiento de la verdad del hombre.
Nuestra aventura por el mundo es la suma de todas las aventuras de todos los seres humanos que han vivido en este planeta y que han aportado su granito de arena para forjar (independientemente de sus aspectos negativos o positivos) una identidad, y esa identidad, con sus pros y sus contras , son la esencia misma irrenunciable del hombre.


Por lo que…  : Doy por bueno el que estos niños de la piscina cuando tengan 30 años hayan perdido algo de espontaneidad y disfrute instintivo. ;)