le feu follet

le feu follet
"Hay momentos de la existencia en que el tiempo
y la extensión son más profundos y el sentimiento
de la existencia parece inmensamente aumentado".


Charles Baudelaire.

lunes, 13 de enero de 2014

Abrazados.




Después  de desgustar un sabroso arroz en una terraza al sol con vistas a los muros del monasterio  del escorial,  anduvimos rodeando el palacio que Felipe segundo erigió como capital de nuestro imperi.


El final de la explanada que rodea al monasterio desemboca en un apacible estanque con cisnes, este lugar es de los más especiales del complejo, se encuentra anexo a la gran mole del monasterio pero en un plano   inferior en al menos  8m , sólo es visible  una vez te asomas sobre esos  gruesos muretes a modo de peto. Cuando vas caminando ya dejando atrás el monasterio con la sensación de que se acaba, de repente tienes un agradable descubrimiento; este estanque ni pequeño ni grande, ni charca ni lago, un tamaño que complementa al monasterio pero no compite con el primero.


Eran las 5 de la tarde y el sol del oeste bañaba con sus haces de luz casi perpendiculares al plano de fachada continuo del palacio que puede verse desde esta apacible alberca. A esta hora se reproduce la imagen de la fachada del palacio sobre el agua vibrante de la alberca…, una vibración provocada por el navegar dulce y sereno de los cisnes. Ese vibrar del agua te ofrecía una nueva imagen en movimiento ,del palacio,  con pinceladas sueltas, como en los cuadros de cezanne…. 






Dentro del profundo horizonte que podíamos contemplar,  aparecía enmarcado  al final, a la izquierda del palacio, la ciudad de Madrid, perfectamente reconocible y aprehensible en su escala desde este mirador-lago.


De alguna manera, sentía que la chica que me acompañaba se sentía agusto bajo tal armonía de espacio, luz y silencio, con la única pequeña nota dinámica de los cisnes, su ténue discurrir, y la presencia de algún personaje anónimo que hacia fotos a la maravillosa vista de la que nosotros estábamos disfrutando.


Yo me subí sobre el grueso peto de granito que daba al muro de 8 metros que limitaba el laguito.. y finalmente me quede sentado sobre él. Ella, por su parte, fue acercándose a mí, hasta que apoyara su cuerpo tímidamente sobre parte del mío, sucintamente, de forma gradual, hasta que espontáneamente me nació abrazarla y rodearla por la espalda.


Fue un gesto que uno hace sin pensar, pero no espera demasiado de él, es decir, se trataba más de un guiño hacia la otra persona, un gesto de duración limitada…., lo suficiente para coger más confianza.


Pero el primer minuto pasó…, y esa posición se afianzaba con el paso de los segundos…, hasta que empecé a darme cuenta de que aquella postura se perpetuaba ignorando el paso del tiempo.  Una sensación de placidez y tranquilidad espiritual al estar abrazándola de esta manera, imbuido del sentimiento de paz mutua que nos abrigaba a ambos; la abracé más fuertemente,  afianzándome en nuestra unión per se. 

Avanzaban los minutos hasta 10 incluso, o más, porque aquel estado era  algo  monolítico , como las piedras que nos rodeaban. La contemplación del paisaje en el más absoluto silencio se complementó con pequeños besos en su mejilla. Es que no hacía falta decir nada, no había que hablar , sólo dejar que el tiempo uniera más y más ese abrazo, sintiendo cómo la comunicación minuto a minuto instauraba esa calma entre los dos.
 

Emocionado por la sorpresa de tal unión, me viene a la mente pensar en lo bonito de este tipo de abrazos, en los que el hombre rodea a la mujer y ambos miran en la misma dirección hacia el exterior, es un tipo de abrazo de unión frente a lo de fuera, lo contrario a un abrazo cara contra cara, en la que tiene lugar la unión endogámica, ignorando lo que rodea a ambos individuos. Ese abrazo contemplando el paisaje, es una forma de proyecto en común, las dos personas con respecto al mundo, contemplándolo desde una posición única.




Fachada Oeste del Monasterio de Escorial.