Después de desgustar un sabroso arroz en una terraza
al sol con vistas a los muros del monasterio
del escorial, anduvimos rodeando
el palacio que Felipe segundo erigió como capital de nuestro imperi.
El final de la explanada que
rodea al monasterio desemboca en un apacible estanque con cisnes, este lugar es
de los más especiales del complejo, se encuentra anexo a la gran mole del monasterio
pero en un plano inferior en al menos 8m , sólo es visible una vez te asomas sobre esos gruesos muretes a modo de peto. Cuando vas
caminando ya dejando atrás el monasterio con la sensación de que se acaba, de
repente tienes un agradable descubrimiento; este estanque ni pequeño ni grande,
ni charca ni lago, un tamaño que complementa al monasterio pero no compite con
el primero.
Eran las 5 de la tarde y el sol
del oeste bañaba con sus haces de luz casi perpendiculares al plano de fachada
continuo del palacio que puede verse desde esta apacible alberca. A esta hora
se reproduce la imagen de la fachada del palacio sobre el agua vibrante de la alberca…,
una vibración provocada por el navegar dulce y sereno de los cisnes. Ese vibrar
del agua te ofrecía una nueva imagen en movimiento ,del palacio, con pinceladas sueltas, como en los cuadros de
cezanne….
Dentro del profundo horizonte que podíamos contemplar, aparecía enmarcado al final, a la izquierda del palacio, la ciudad de Madrid, perfectamente reconocible y aprehensible en su escala desde este mirador-lago.
De alguna manera, sentía que la
chica que me acompañaba se sentía agusto bajo tal armonía de espacio, luz y
silencio, con la única pequeña nota dinámica de los cisnes, su ténue
discurrir, y la presencia de algún personaje anónimo que hacia fotos a la
maravillosa vista de la que nosotros estábamos disfrutando.
Yo me subí sobre el grueso peto
de granito que daba al muro de 8 metros que limitaba el laguito.. y finalmente
me quede sentado sobre él. Ella, por su parte, fue acercándose a mí, hasta que
apoyara su cuerpo tímidamente sobre parte del mío, sucintamente, de forma
gradual, hasta que espontáneamente me nació abrazarla y rodearla por la
espalda.
Fue un gesto que uno hace sin pensar, pero no espera demasiado de él, es decir, se trataba más de un guiño hacia la otra persona, un gesto de duración limitada…., lo suficiente para coger más confianza.
Pero el primer minuto pasó…, y
esa posición se afianzaba con el paso de los segundos…, hasta que empecé a darme
cuenta de que aquella postura se perpetuaba ignorando el paso del tiempo. Una sensación de placidez y tranquilidad
espiritual al estar abrazándola de esta manera, imbuido del sentimiento de paz
mutua que nos abrigaba a ambos; la abracé más fuertemente, afianzándome en nuestra unión per se.
Avanzaban los minutos hasta 10 incluso, o más, porque aquel estado era algo monolítico , como las piedras que nos rodeaban. La contemplación del paisaje en el más absoluto silencio se complementó con pequeños besos en su mejilla. Es que no hacía falta decir nada, no había que hablar , sólo dejar que el tiempo uniera más y más ese abrazo, sintiendo cómo la comunicación minuto a minuto instauraba esa calma entre los dos.
Avanzaban los minutos hasta 10 incluso, o más, porque aquel estado era algo monolítico , como las piedras que nos rodeaban. La contemplación del paisaje en el más absoluto silencio se complementó con pequeños besos en su mejilla. Es que no hacía falta decir nada, no había que hablar , sólo dejar que el tiempo uniera más y más ese abrazo, sintiendo cómo la comunicación minuto a minuto instauraba esa calma entre los dos.
Emocionado por
la sorpresa de tal unión, me viene a la mente pensar en lo bonito de este tipo
de abrazos, en los que el hombre rodea a la mujer y ambos miran en la misma
dirección hacia el exterior, es un tipo de abrazo de unión frente a lo de
fuera, lo contrario a un abrazo cara contra cara, en la que tiene lugar la
unión endogámica, ignorando lo que rodea a ambos individuos. Ese abrazo
contemplando el paisaje, es una forma de proyecto en común, las dos personas con
respecto al mundo, contemplándolo desde una posición única.
Fachada Oeste del Monasterio de Escorial. |