le feu follet

le feu follet
"Hay momentos de la existencia en que el tiempo
y la extensión son más profundos y el sentimiento
de la existencia parece inmensamente aumentado".


Charles Baudelaire.

domingo, 5 de enero de 2014

Eternidad en la mirada.







Hay veces que miras a una mujer y percibes en su mirada algo que transmite eternidad. Son esas miradas que parecen proyectarse hacia el infinito.


En una ocasión escribí sobre los ojos: “los ojos miran, y extraen del interior del alma nuestro yo hacia el mundo” ; nuestra personalidad se manifiesta a través de la mirada. Aunque,  si aislásemos los ojos, ¿sentiríamos esa transmisión de la mirada?, creo que más bien la personalidad está contenida en toda expresividad facial , en un compendio de formas y pequeños movimientos que transmiten un mensaje al receptor. Los ojos, en todo este compendio que es la faz, son los encargados de transmitir  el mensaje del todo; tú miras a los ojos de la persona pero estás percibiendo al unísono toda su expresividad facial y lo que ello transmite, por lo tanto,  son interdependientes, forman un menaje completo.  Los ojos son los dos focos del rostro, pero necesitan de las facciones y su movimiento para completarse, sólo a través de la influencia de todas las portes en conjunción con los ojos percibes el todo.


Hay personas que son más ambiguas en la transmisión de su mirada, pero en general uno ve la mirada de alguien y todos percibimos inconscientemente el tipo de persona que tenemos delante, y en ocasiones, no nos queda duda aún no hayamos entablado conversación; una vez empieza la conversación y tiene lugar el festival de poses, gestualidad, y mirada combinada, uno empieza ya a captar esa esencia del interlocutor, o, al menos, rasgos generales de personalidad. Ese factor de percepción del subconsciente de la personalidad del otro a través de su mirada no es más que la incapacidad para identificar y codificar la complejidad de los mensajes que estamos percibiendo en tiempo real, pero nuestro cerebro está acostumbrado a codificar por la fuerza de la costumbre del mirar, percibir  e interpretar, una actividad  que hacemos sin pensar, es automática en nosotros, por eso no sabríamos decir cuáles son los cientos de pequeños factores que inciden, y quizás, he aquí el maravilloso misterio de la mirada, y los sentimientos que puede generar en el ser humano; esa emoción del mirarse.

El valor de la mirada en la veracidad del mensaje radica en que la expresión y la mirada son actividades muy ligadas a la personalidad del individuo y muy difíciles de controlar o manipular, por eso será que dicen que la cara es el espejo del alma.

Eternidad:

Vuelvo a esa condición de eternidad, de la cualidad inconmensurable que hay en algunas miradas. Esta cualidad se puede manifestar en su más detestable esencia y consecuente estética; esas miradas ambiciosas que parecen no tener fin  en la capacidad para proyectarse hacia fuera…, son miradas que tienen esa fuerza de la violencia interna. Pero también…, en ocasiones, este factor de eternidad viene a representar cualidades maravillosas como la “entrañabilidad”…., y esa cualidad en la mirada da a la persona que la posea una cualidad que traspasa tu percepción y te emociona, porque es verdad que al mirar esos ojos, esa mirada te abre las puertas hacia una vista que no parece tener fin, que efectivamente se proyecta …, y hace de estas personas unos seres que poseen eso que se da en llamar “el encanto “, cualidad que ha desaparecido del ideario contemporáneo por la tiranía de la estética que premia la contundencia y la rudeza como signo de fortaleza, de independencia y libertad personal , Todos estos valores que se han confundido y mal interpretado.


Por eso, deseo para mí aquellas mujeres con estas maravillosas miradas dulces, entrañables y llenas de vida, en detrimento de aquellas miradas fuertemente opacas, que reivindican única y exclusivamente su yo, su individualidad, cerrando la puerta hacia la interacción sincera con el entorno, la hostilidad de nuestro  tiempo,  La tan mal interpretada nueva feminidad como supuesta contraposición al machismo.