Contabilizaba este amigo mío 4 citas con aquella muchacha morena con grandes ojos de tonos avellanados, -decía el - , mientras un dulce gesto de admiración poblaba su faz.
Incrédulo de sí mismo, narraba los cuatro
encuentros que hasta el momento había tenido con la gratificante sensación de que le parecía
haberla conocido desde siempre, pues sólo ya con los paseos que ambos realizaban
notaba como si hubiera caminado junto a ella desde pequeños, y quizás, para siempre ya. Me emocionaba
la ilusión con que mi amigo
relataba las diferentes situaciones que había vivido con esta mujer, con la que
sin duda parecía haber tenido un flechazo; son ese tipo de situaciones que
desembocan en un reconocimiento mutuo de abrumadora intensidad, hasta tal punto
que ya nada hace falta añadir para reafirmar la gran unión que se ha producido
entre dos almas. Simplemente ha pasado, y ambos lo saben perfectamente.
Después de unos minutos escuchando sus relatos de apasionada vehemencia, logró sugestionarme, suscitando en mí un pequeño pensamiento. Le interrumpí ; le
dije, ¿te das cuenta de cómo estás hablando?. Querido
amigo, un don te ha sido ofrecido por la naturaleza, su capricho ha decidido que te enamores
apasionadamente, y que sientas en tu interior amor intenso, un amor irracional hacia tu esbelta mujer de ojos grandes y tonos avellanados. ¿Qué has sacrificado para que este momento de unión amorosa entre almas haya
tenido lugar?.
Cuan diferente resulta el amor irracional respecto a todos los demás órdenes
de nuestras vidas; todo cuanto conseguimos
o ambicionamos está sujeto, en la mayoría de ocasiones, a un gran esfuerzo
personal, a la disciplina y a la perseverancia, ni si quiera así nos es garantizado
el éxito. La consecución del objetivo o metas vitales que uno se va trazando
con el objeto de dibujar su propia vida en muchos casos es un reguero de esfuerzo personal.
El amor irracional es así, no pertenece a la esfera del la vida real, es, por contraste, -sin duda-, el mayor don o riqueza que le puede a uno ser dado, y te es dado por nada, simplemente porque el amor así lo ha querido. Tanto por tan poco.
El amor irracional es así, no pertenece a la esfera del la vida real, es, por contraste, -sin duda-, el mayor don o riqueza que le puede a uno ser dado, y te es dado por nada, simplemente porque el amor así lo ha querido. Tanto por tan poco.
Recibir algo tan grande como un flechazo amoroso
sin haber sacrificado nada para ello, fue
resultado de un caprichoso don
inconsciente para la ubicuidad, que le llevo a encontrarse con ella, -en
realidad por absoluto azar-, al salir de
visitar un edificio de viviendas donde estaba valorando vivir en alquiler; ella
pensaba que era el cliente con el que había quedado para visitar el edificio,
pues se dedicaba a ser comercial en una empresa inmobiliaria.
Ella lo abordó. Mi amigo le dijo que no era Jorge, pero
sí, casualmente acababa de ver
una vivienda en el edificio para alquilar.