Todos los días, al despertarme, le mandaba por whatsapp alguna canción para animarle el día. Algunas mañanas, dada la volubilidad de mi carácter diario, no sentía una necesidad imperiosa por enviarle mi canción; - lo veía prescindible, no supondría ningún contratiempo para ella - , sin embargo, tras una breve pausa, meditaba, y mi pequeña conquista era advertir que la esencia de aquella especie de tradición, consistía en que ese insignificante gesto diario fuera cincelando la corporeidad de mi promesa de lealtad hacia ella, y que el vínculo no debía ser debilitado por los caprichos o distracciones que las almas padecen, ya que ese pequeño esfuerzo diario habría una senda hacia logros mayores.