le feu follet

le feu follet
"Hay momentos de la existencia en que el tiempo
y la extensión son más profundos y el sentimiento
de la existencia parece inmensamente aumentado".


Charles Baudelaire.

viernes, 8 de diciembre de 2017

El pequeño desencanto de consumar un deseo.




En cuantas ocasiones, una vez alcanzado un anhelo sobre el que llevábamos largo tiempo depositando nuestras ilusiones; regocijándonos, ya no sólo en que se llevara a efecto, sino en la ilusión que genera la idea de recrearse en la propia posibilidad de la consumación;  una vez producida,  reconocemos la nueva situación como algo normal al instante posterior de consumarse el deseo, - lo cual genera confusión-, y además,  pareciese que franqueáramos un muro que nos impide volver hacia atrás en el recuerdo,  asaltándole a uno un extraño sentimiento de desconcierto, al percatarse de que somos  incapaces de confrontar , como dice Proust,   ese estado anterior con el actual para poder regocijarse por su triunfo,  comparándolos.



Gilberta es la hija del matrimonio Swann. Nuestro protagonista, admira a la familia swann  y anhela ser el ojito derecho de Gilberta, hija de los Swann, sobre la cual ha venido fantaseando desde largo tiempo sobre la posibilidad de recibir su amistad y su favor. Pasado un tiempo, pregunta él mismo a Odette, la mujer de Swann, si era él uno de los amigos preferidos de Gilberta, y he aquí la contestación de la señora de Swann, y la posterior reflexión de Proust:



"-Pero si a usted le debe de hacer más confidencias que a mí; es usted su gran favorito, su gran crack, como dicen los ingleses."
"Indudablemente, en esas coincidencias tan perfectas, cuando la realidad se repliega y va a aplicarse sobre lo que fue por tanto tiempo objeto de nuestras ilusiones, nos lo oculta enteramente, se confunde con ello,  como dos figuras iguales y superpuestas que ya no forman más que una; precisamente cuando nosotros querríamos ,  por el contrario,  para dar a nuestra alegría su plena satisfacción, conservar a todos esos hitos de nuestro deseo,  en el momento mismo que vayamos a tocarlos - y con objeto de estar más seguros de que son ellos- el prestigio de ser intangibles. Y ya el pensamiento, ni siquiera es capaz de reconstituir el estado anterior para confrontarlo con el nuevo, porque no tiene el campo libre; la amistad que hemos hecho, el recuerdo de los primeros minutos inesperados, las frases que oímos, están ahí plantados obstruyendo la entrada de nuestra conciencia, y dominan mucho más las embocaduras de nuestra memoria que de nuestra imaginación,  reaccionando en mayor grado sobre nuestro pasado,   que ya no somos dueños de ver sin que todo eso se interponga sobre la forma, aún libre, de nuestro porvenir."

          Marcel Proust. En busca del tiempo perdido 2. pag 151