El mismo lugar, exactamente el mismo…, para repetir
un encuentro fortuito; los dos mismos protagonistas …, dos ocasiones, dos momentos de conversación, de encuentro.
Pero
aunque el rincón sea el mismo, la misma porción de suelo de aquel lugar,
los papeles no se repiten.
La primera vez, era ella la que había bebido
y se sinceró mirándome a los ojos , sin quitarme la mirada, me habló de su
sentir y exaló su culpa, se sacó su espinita y a mí me conmovió, porque me
mostró su buen corazón.
La primera vez, ella partía a África.
La segunda vez…, acababa de volver de allí, y en este segundo encuentro fortuito en el
mismo rincón de una discoteca fui yo el
embriagado, y ella la lúcida. Pero yo no tenia nada que exalar…, o si?, puede
ser que sí… pero la realidad de la conversación convencional se impuso y me limité
a completar sus reflexiones Africanas.., pero sin pasión.
Ella, carente en parte de la desinhibición del primer encuentro, mostró las
credenciales de su buen hacer conversador, y yo, sólo me dediqué a montarme en
su barco, siguiendo la corriente del rio. Apenas una ristra de números fue el
resultado.