Primos de sangre; así nos hacemos
llamar. Bernardo significa unión duradera.
Si algo he compartido con Bernardo y Jaime
es tiempo, una infancia vivida entre juegos y muchas horas de interminables
veranos que forjaron esa unión especial que te da el compartir la infancia con
alguien cercano.
Me gusta escribir sobre las
personas, y después de un tiempo, me he dado cuenta de que para que una persona
me inspire escribir sobre ella es necesario una cualidad que considero
indispensable: la autenticidad. Si el personaje no lo percibo como auténtico no
me saldrá escribir sobre él.
Con Bernardo lo tengo muy fácil,
puedo escribir sin inhibición interna porque es precisamente su carácter auténtico
uno de sus rasgos definitorios.
Es independiente, respeta , y se
hace respetar. Bernardo es un : “tales cosas me haces tal corazón me pones”,
pero siempre él tenderá la mano primero, sin reservas.
Dicen de él seriedad, sobriedad, pulcritud y rectitud.
Adjetivos todos ellos que él ha sabido sacar partido para su profesión, si la
administración del estado dependiera de su control, ¡ni siquiera la separación
de poderes de Montesquieu sería necesaria para que reinara el orden!.
Aparejados a estos rasgos, un sentido muy acusado de la justicia y una ética a prueba de bombas definen su personalidad.
Afable, cordial y servicial, esa
clase de cercanía te ofrece Bernardo. ¿sensibilidad?,
sí, del tipo intimista, personal.
Van pasando los años y hay algo
que Bernardo va dejando como un poso en mí, y es esa sensación de que si algún
día necesito algo, él siempre estará ahí,
incondicional, haciendo que la frase que intuitivamente unos niños acuñaron en
su infancia nunca fuera baladí:
” Si Bernardo, ¡Somos primos de sangre!”.