le feu follet

le feu follet
"Hay momentos de la existencia en que el tiempo
y la extensión son más profundos y el sentimiento
de la existencia parece inmensamente aumentado".


Charles Baudelaire.

viernes, 3 de octubre de 2014

Ay..., Grecia, siempre Grecia...






La idílica Grecia.

Cuando nos acordamos de Grecia proyectamos nuestros pensamientos en esa singular pantalla imaginaria que es nuestra memoria, sin la que, por cierto, el hombre no podría haber constituido su identidad, pues es a través del recuerdo como se va formando la imagen que tenemos de nosotros mismos.
Volviendo a la cuestión Griega, esas imágenes que se perfilan en mi mente alternan paisajes mediterráneos de amplios horizontes y colinas redondeadas pobladas por monte bajo;  con otras,  como la bella Acrópolis  asentada sobre una gran roca caliza horizontal,  a modo de suave manto natural,  donde erigir monumentos de mármoles pentélicos que brillan proyectando ciertos tonos dorados bajo la luz del sol.
Pienso en el ágora y las primeras asambleas; pienso en la Grecia clásica como un lugar idílico en el que el clima siempre te aguarde sereno, una cultura que supo hacer del pensamiento filosófico una virtud, y de la actividad artística una forma de conexión con lo supraterrenal, - con sus dioses - ,  y como no, aparecen en mi memoria las referencias a las  diosas helénicas como la Venus de Milo, o  aquellas muchachas griegas que eran el remedo de las diosas en la tierra, y que caminaban con sus elegantes túnicas por el apacible ambiente cívico de sus ciudades. Estas mujeres de la belleza y la proporcion ya no están entre nosotros, en ellas plasmaban los griegos su elevado gusto por un tipo de belleza fenemina y armoniosa que aún perdura en nuestro ideario estético.







Las diosas griegas del ahora:

Las mujeres con cabezas helénicas del siglo XXI ya no lucen  la clásica trenza griega rodeando la frente, la sustituyen  por una práctica coleta de caballo; pero lo esencial se mantiene, y es el mostrar la armonia de las proporciones de su cabeza y rostro.
Recogen su cabello y lucen su simetría armoniosa; desde su delicada y redondeada barbilla nace una suave linea curva que perfila una mandívula igualmente sutil, finalizando en unas orejas que destacan  por su perfecta proporción; la clave es que el tamaño y la posición de cada parte en la cabeza es armonioso, no hay ningún exceso. La nariz típicamente griega parte casi del entrecejo y de desarrolla recta, los ojos son  grandes y de forma almendrada, la frente no es demasiado despejada puesto que el nacimiento de la melena perfila una curva que enmarca la frente, ayudando a cerrar el perfecto óvalo de la cara en su conjunto.
La simetría entre ambos lados de la cara es total, y la armonia de las partes da como resultado una cara dulce, nada angulosa sino más bien como un canto rodado, todo sutil curva y contención. Quizá lo único que destaca respecto a la armonía de la curva es la nariz recta, como atractivo contrapunto a la imagen general. Todas estas cualidades y otras que uno no sabe explicar ni captar , - auque las sienta - , me producen una agradable emoción a la vista.


Y se soltó la melena.

Tras varios minutos de conversación con aquella muchaha de perfil claramente griego;  le dije, intentando ruborizarla, que ella sabía de su belleza y que por eso llevaba la coleta. Ella,  en una reacción que me sorprendió, me contestó que no, que no la llevaba por eso, y que no tenía ningún  problema en soltarse la melena. Yo, siguiendo su reto, le di la orden ,- pues quítatela - , esperando que ella no tuviera la personalidad para quitarse la coleta ante mi mirada y dejarse el pelo suelto.  Me equivoqué, y en un gesto decidido giró su cuello y empezó a quitarse la coleta con una personalidad fuera de lo común, un garbo y una decisión que me impresionaban; aquella chica me devolvía el reto y no tuvo ningún problema en cambiar su look dejándome contemplar segúndo a segundo el rito femenino de quitarse la coleta con una sensualidad que no esperaba.
Terminó por dejarse el pelo totalmente suelto, permaneciendo inmóvil y me miró fíjamente a los ojos, momento en el cual tuve una intensa sensación doble y enormemente atrayente;  por un lado, el descaro sensual de su acto mas la osadía de mirarme directamente a los ojos; sabedora de que con el pelo suelto adquiría otra dimensíon igualmente atractiva.  El rostro le cambiaba como si se renovara dentro de la misma persona, una nueva imagen impactante .
La segunada lectura simultánea a ese descaro de sensualidad fue la metáfora de su acto de desnudez ;  había cumplido mi deseo sin rechistar, y quedándose finalmente  quieta a la espera de mi juicio,  mostrándose como en una actitud entre sumisa y provocadora muy atractiva. Había colmado mi deseo, simplemente,  porque yo se lo pedí.