le feu follet

le feu follet
"Hay momentos de la existencia en que el tiempo
y la extensión son más profundos y el sentimiento
de la existencia parece inmensamente aumentado".


Charles Baudelaire.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Sobre cuestiones de conciencia y el ejercicio del virtuosismo.



El optimista y la fe:



Blaise Pascal, con su apuesta infinito - nada, consiguió convencer a muchos dubitativos sobre la creencia en Dios, ya que,  por ínfima  que sea la posibilidad de la existencia de Dios, el beneficio es tan alto, que merece la pena ceer en ello; sobretodo cuando, si no es así, no se pierde nada, porque nada había, en caso tal.

En principio, qué mejor idea que la de creer en algo cuando uno no tiene nada que perder. El optimista, por decisión y naturaleza que le es propia, ve siempre la posibilidad de que un suceso ocurra en su beneficio.
Sin embargo, es necesario matizar que el optimista no es ingenuo, pues su deseo siempre algerga un porcentaje de éxito real;  todos sus deseos son terrenales y es consciente de que las cosas suceden, lo que no puede dirimir es si le serán positivas o negativas, pero se mueve en la certidumbre de los hechos posibles de la vida mundana del ser humano.

En el terreno de la fe, salvo que venga alguno de los seres humanos que han fallecido sobre esta tierra a decirnos lo contrario, - y hasta ahora nadie ha vuelto-, no estamos manejando posibilidades terrrenales ni actos medibles; hablamos de una idea que trasciende nuestro entendimiento racional. Pascal confundió los actos que son posibles en nuestra vida real con las cuestiones que nos trascienden, las cuales sólo dependen de nuestra conciencia.

Yo soy optimista, y ello implica que si sé que un suceso es posible, puedo tomar la determinación de esperar que me sea positivo; nadie podrá rebatirme , pues ninguno sabemos cual será finalmente la direccíon del destino, hasta que suceda. El problema de la existencia de Dios es que no hay certeza, -ya no de que confirme su existencia o no- , sino que no hay certeza ni de que exista posibilidad alguna de que ese suceso de pueda producir que confirme su existencia, y por tanto, justificase mi creencia en él, como suceso potencial. Pascal, obvia esta cuestión y se centra en la posibilidad matemática. 


El uso indigno de una creencia.

Esta cuestión sobre la fe en la existencia de Dios se pervirtió desde el momento en el que la misma idea de la creencia quedó supeditada, - para muchos -, a la idea del posible beneficio ulterior. Se ha perdido, en un número creciente de personas hoy en día, el verdadero sentido de la Fe, la cual constituye un acto de creencia pura; una opción vital que no atiende a beneficios personales,  sino a la simple admiración de la gloria en Dios, en tanto que creador de todos nosotros, y no en tanto que interese su existencia por el beneficio que puede ello generarme; cítese la salvación.

Se me quedará grabado para los restos  aquella terrible conversación que mantuve con un ex amigo acerca de la conveniencia sobre la creencia en Dios. Mi postura radicaba en que no sabemos nada,  que no tenemos criterio para poder llegar a dilucidar si hubo alguien que nos creó, o venimos de algo superior, o si por el contrario,  nada nos ha engendrado y tuvieramos que aprehender nuevos conceptos y magnitudes que desconocemos; declaro,  que ante la ignorancia absoluta de algo que nos trasciende mi postura es la permanencia en el seno de la naturaleza, como un simple elemento más , aunque vigilante.

Él me miró con aire de superioridad y me dijo que le inspiraba lástima, porque era un desgraciado al no poder disfrutar del regocijo de la creencia en Dios.  Aquello me impacto y me enervó, pues yo, que respeto las creencias religiosas me vi agredido gratuítamente. Yo le pregunté porqué creía en Dios, a lo que el respondió con un descaro impresentable: 

"Creo en Dios porque si me muero y es verdad que existe, subiré al cielo".


Efectívamente, aquel individuo es de este grupo de personas que cree por  conveniencia, por  egoismo hacia la consecución  posible de un beneficio, pervirtiendo el sentido puro de la Fe. Él no puede entender porqué yo he tomado la decisión de no creer en algo que me pueda beneficiar , supuestamente. Él no puede entender, dentro de su contaminada alma poblada por las bajas pasiones, que un individuo sólo siga - en cuestiones trascendentes- el dictado de su conciencia.  Mi conciencia no me lleva a la Fe, y por lo tanto, - y ahora llegamos al concepto fundamental- no he de faltarte el respeto a mí mismo y prostituirme;  mas pervertir un concepto tan puro e ingenuo como el de la Fe, para finalmente, quedar como una persona indigna de sí misma, dado que, el que no  respeta su propia conciencia, sino que la vende por un beneficio, pierde lo más puro que un ser humano pueda tener para sí, y que nadie jamás le puede arrebatar, salvo él mismo:  su dignidad.



Tu pide que algo te caerá:

He podido obervar diferentes niveles en las súplicas al señor para que les conceda sus desos, a todos ellos:

Unos me aseguran: He ido hoy a la iglesia y le he pedido con todas mis fuerzas al señor que me ayude en  muchas cuestiones. este seria el nivel uno de egoismo, pedir por gula, por egoismo, sin dar a cambio.

En el nivel dos son pesonas , que en un ejercicio de mínima coherencia personal, piden al señor beneficios, y a cambio, se esfuerzan en ofrecer beneficios  a sus semejantes. Pero, una vez más, existe ese matiz de doy porque me interesa recibir para mí.

En el nivel tres, por fin llegamos a la sabiduria. Aquellos que individuos dedican su vida a dar a los demás, simplemente porque les es grato y creen que es su resposabilidad y su misión dentro del marco de la Fe y una vida en la generosidad hacia el semejante, faceta fundamental en el ideario de la iglesiaa Católica. Además, cuando piden algo, casi siempre es para otros, y muy pocas veces para sí, sólo en ocasiones de desesparanza máxima.


Siempre el virtuoso: Aristóteles tuvo la agudeza de detectar que existen dos tipos de egoismos: el bueno ,  el que, en el ejercicio del procurar  beneficio al semejante encuentra el placer, o el egoismo de las bajas pasiones, que tiene que ver con el beneficio personal a base de procurarse cosas y bienes para sí mismo sin contar con el semejante, lo que lleva a la consabida insaciablidad y final frustracion, instalado de por vida en el seno corrupto de las pasiones bajas del hombre.




¿Ley de correspondencia?.


El Virtuoso hoy; un sencillo ejemplo.

Marco Aurelio en sus meditaciones  allá por el año 140 dc,   encontraba tres niveles de generosidad, voy a describir estos tres niverles acoplándolo a algo tan cotidiano como las invitaciones entre amigos a copas:

En un primer nivel se situarían aquellos amigos que cuando invitan a la copa les está  faltando tiempo para terminarla y recriminarte la correspondencia a dicha invitación. Un segundo nivel lo pueblan aquellos amigos que invitan y no hacen mención posterior a ser correspondidos, pero en su fuero interno piensan en el otro como un deudor, y no se  olvidan del favor que hicieron. finalmente, un tercer nivel en que el amigo se olvida por completo de la copa que ha invitado; el hombre de bien  no se ufana de procurar favores a los semejantes, no espera nada a cambio, sólo lo hace porque le es natural,  como las frutos de los árboles , -según Marco aurelio- ,  o simplemente , como aquella fantástica aseveración de Peeter O'toole acerca de porqué Anthony Quinn guiaría a su ejercito al puerto de Áqaba en la pelicula Lawrence de Arabia: 

 " Irá , porque le place."