La broma, la guasa, son formas de
comunicación avanzadas que son capaces de generar empatía entre las personas;
una manera inteligente de generar lazos de confianza y de conocimiento mutuo. Es una característica de personalidad tan positiva, que promueve la profundización
en la relación entre las personas, puede, paradójicamente, convertirse en un
método de aislamiento personal, un método de distanciamiento en vez de una manera
de acercar a las personas, si se lleva a la práctica como norma.
La broma está relacionada con el
sentido del humor, y se utiliza como metáfora jocosa de un hecho real; de ahí el proverbio: “En cada broma siempre
hay alguna parte de verdad” del frances: "Derrière chaque plaisanterie il y a une part de vérité".
Si la utilizamos constantemente, en vez de abrir
los canales de comunicación, enriqueciéndolos, llegamos a anegarlos. El sentido
de la broma tiene su origen como contrapunto al tono serio en una conversación;
igualmente, después de un periodo de
bromas, viene la reflexión. Este es el equilibrio que hace útil la broma para
un destino constructivo
.
Si un individuo basa toda su
comunicación con otros individuos en la broma constante, el efecto que creará
será el de distanciamiento de sí mismo sobre los demás, interpondrá un muro
entre sí y los otros; si tras un comentario jocoso de este tipo de bromistas
constantes, el interlocutor replica en tono serio, y el emisor vuelve a modo de
bucle a responder constantemente en tono de broma, - aunque la interpelación haya
sido en un tono serio -, se rompe la comunicación definitivamente, y lo que se
utiliza normalmente como un medio de relajación y comunicación para generar empatía,
complicidad y entendimiento mutuo, se convierte en un verdadero disfraz del que
no se quiere comunicar con el otro. Nunca sabremos que piensa el bromista
acerca de una situación, o acerca de nosotros, pues nada lo comunica en serio.
Hay un matiz que conviene
apuntar; estoy refiriéndome a esa clase de bromista que lo banaliza todo. Si la
broma se canalizara a través de la ironía fina, entonces el nivel de
comunicación aumenta notablemente, pues en la ironía el mensaje puede ser de
gran profundidad, y de diferentes niveles de complejidad según la intención,
pero se advierte una intención de intercomunicación en el emisor.
El bromista
constante, que todo lo banaliza con sus bromas, anula el poder comunicante del
interlocutor y se adueña de las conversaciones, marcando las reglas con cierta
tiranía. Los motivos de este comportamiento se me escapan, aunque quizás pueden
variar desde la timidez aguda, la frialdad personal, o el miedo a no tener el
control en una conversación o situación, que se relaciona con complejo de inseguridad.