le feu follet

le feu follet
"Hay momentos de la existencia en que el tiempo
y la extensión son más profundos y el sentimiento
de la existencia parece inmensamente aumentado".


Charles Baudelaire.

lunes, 10 de agosto de 2015

La paradoja del bromista.





La broma, la guasa, son formas de comunicación avanzadas que son capaces de generar empatía entre las personas; una manera inteligente de generar lazos de confianza y de conocimiento mutuo. Es una característica de personalidad tan positiva, que promueve la profundización en la relación entre las personas, puede, paradójicamente, convertirse en un método de aislamiento personal, un método de distanciamiento en vez de una manera de acercar a las personas,  si se lleva a la práctica como norma. 


La broma está relacionada con el sentido del humor, y se utiliza como metáfora jocosa de un hecho real;  de ahí el proverbio: “En cada broma siempre hay alguna parte de verdad” del frances: "Derrière chaque plaisanterie il y a une part de vérité".


Si la utilizamos constantemente, en vez de abrir los canales de comunicación, enriqueciéndolos, llegamos a anegarlos. El sentido de la broma tiene su origen como contrapunto al tono serio en una conversación;  igualmente, después de un periodo de bromas, viene la reflexión. Este es el equilibrio que hace útil la broma para un destino constructivo
.

Si un individuo basa toda su comunicación con otros individuos en la broma constante, el efecto que creará será el de distanciamiento de sí mismo sobre los demás, interpondrá un muro entre sí y los otros; si tras un comentario jocoso de este tipo de bromistas constantes, el interlocutor replica en tono serio, y el emisor vuelve a modo de bucle a responder constantemente en tono de broma, -  aunque la interpelación haya sido en un tono serio -, se rompe la comunicación definitivamente, y lo que se utiliza normalmente como un medio de relajación y comunicación para generar empatía, complicidad y entendimiento mutuo, se convierte en un verdadero disfraz del que no se quiere comunicar con el otro. Nunca sabremos que piensa el bromista acerca de una situación, o acerca de nosotros, pues nada lo comunica en serio.


Hay un matiz que conviene apuntar; estoy refiriéndome a esa clase de bromista que lo banaliza todo. Si la broma se canalizara a través de la ironía fina, entonces el nivel de comunicación aumenta notablemente, pues en la ironía el mensaje puede ser de gran profundidad, y de diferentes niveles de complejidad según la intención, pero se advierte una intención de intercomunicación en el emisor. 
El bromista constante,  que todo lo banaliza con sus bromas, anula el poder comunicante del interlocutor y se adueña de las conversaciones, marcando las reglas con cierta tiranía. Los motivos de este comportamiento se me escapan, aunque quizás pueden variar desde la timidez aguda, la frialdad personal, o el miedo a no tener el control en una conversación o situación, que se relaciona con  complejo de inseguridad.