Gabriel D'Annunzio escribe su novela El triunfo de la muerte en tercera persona; es Giorgio el personaje de la novela, quien vive una pasión sin salida con Ippolita, su amante. Pero resulta obvio que este personaje, siendo conocida la personalidad de D'Annunzio a través de las biografías existentes, es un reflejo de las preocupaciones del escritor y de sus vivencias, por lo que, tras la lectura de la novela, me ha parecido interesante resaltar algunos aspectos de Giorgo Aurispa en las que el escritor parece haber proyectado sus propias obsesiones, preocupaciones existenciales, creencias sobre sí mismo y sobre sí, respecto al resto de la sociedad:
No poder soportar la
existencia, la ansiedad que le genera la imposibilidad de no obtener una
respuesta global a su propia vida.
Coqueteo constante con la idea del suicidio, otorgándole una
dimensión estética; ello, paradójicamente, quizás le hace liberar esa pulsión, para no llevar a cabo
esa acción efectivamente.
Autoafirmación desde el complejo de supremacía, superioridad
de conciencia y sensibilidad. A través de la observación de la mediocridad humana, de manera que él se ve a
sí mismo como un elegido, perteneciente a una élite que nada tiene en común con
el ser humano animal que le rodea.
“ la profundidad de su conciencia y la infinita extensión de
su sensiblidad le llenaban de orgullo”
Esto le lleva a pensar que su alma tiene una potencia
ilimitada ( es una manera de encontrarla inmortalidad en la tierra)
Se mueve en la ambivalencia que constituye la idealización de
la carnalidad y sensualidad de la mujer amada, que por un lado la idealiza, y
por otro la desprecia.
Cuando la desprecia, ello le hace darse cuenta de que en
los periodos de idealización, su visión era ficticia, como provocada por un
fantasma o un diablo que le lleva a esas apreciaciones ( no es él); Considera a la
hembra una especie de demonio, motivo de su perdición y locura.
La concupiscencia le abruma y le desconcierta, pues ello le
apega a la tierra y le separa de la
consciencia de su superioridad sobre el resto de los hombres. Esta contradicción le atormenta, por lo que ve en la mujer un símbolo de su contradicción y
le coge manía
"No estoy con ninguna mujer para poder poseerlas a todas a todas
en potencia, poder observarlas manteniendo mi deseo intacto de culpa, pleno de
poder."
.