Y el derrotero
caprichoso de la conversación nos llevó
a los arenales del Coliseo de la Roma imperial. Escenas de barbarie humana, brutalidad y crueldad hecha espectáculo –
asegura ella -. En aquellas escenas guerreras para un pueblo hambriento de
emociones, los gladiadores disponían de una espada, su valor y el tiempo. El tiempo era una
espera agónica hasta la muerte, o la salvación; un drama que se dilataba con la seguridad de
un final sangriento, o una oportunidad más para cambiar la balanza del combate.
Apoyado sobre
la barra de un restaurante, miro hacia el suelo. Giro la mirada, la alzo, y súbitamente
aparece una imagen inesperada no por quien aparece, sino por cómo aparece. Una
mujer de estatura imponente y una elegancia de las que se llevan por dentro y
por fuera, perfecta demostración o vívido ejemplo de que la clase nace del
interior y se proyecta hacia el exterior, sin estridencias, suavemente, como un tenue coro de Mozart.
Un libro puede representar muchas cosas , pero siempre es una ofrenda; el suyo, quedó
posado sobre la mesa. Aquellas paredes ortogonales del restaurante, según
avanzaba la cena, se iban curvando adquiriendo forma de ovoide, como el Coliseo; Las baldosas del suelo de roca caliza pulida iban perdiendo
consistencia y empezaban a disolverse en millones de granos que terminaron por
ser polvo; un sedimento que yo, incauto de mí, nunca vería desde la altura de
las gradas. Yo no era juez. Un libro, puede también ser una excusa para quedar y hacer un rápido examen al que recibe el obsequio; podría ser el símbolo de una
historia que empieza y no terminará nunca, sólo cuando lo único que nos pueda separar en la tierra, sea
lo que nos una en otro lugar, más allá; o quizás, convertirse per se, en el testigo impertinente de un final que no
tiene inicio. Esa noche, inconsciente de
mi reto, mi cuerpo se mostraba algo cansado, mi rostro ojeroso; no era una noche para
combates sobre la arena. No tengo ni tiempo, ni espada, sólo mi valor. ¿Qué
he de hacer?, ¿puedo ser yo, en apenas dos horas?, ¿iba a salir mi interior y gritar
a las gradas mi virtudes, mis defectos, mis miedos, mis ilusiones….,?; muy difícil, Igualmente complejo que la rápida evaluación desde la tribuna y dictar sentencia.
Yo desearía, que mi espíritu tuviera tiempo, sólo el tiempo
para mostrarse de la única manera que un ser puede sacar de sí su interior, y
ofrecerlo: sin el reloj, como los gladiadores de Roma.