le feu follet

le feu follet
"Hay momentos de la existencia en que el tiempo
y la extensión son más profundos y el sentimiento
de la existencia parece inmensamente aumentado".


Charles Baudelaire.

viernes, 20 de diciembre de 2013

La besé con un gesto.






Sabía de las veleidades de sus superficies orales,  de su perfecta geometría  bilabial… esas fotos con el foco puesto en lo inmanente de su expresión comunicante: sus labios;  estaba advertido.


18:00 de la tarde  y un café para dos;  ya llevaba  un buen rato vigilando aquello que articula el aire convertido en palabra como un  paradigma de la sensualidad hecha carne. Unos labios perfectamente carnales  y  perfectamente precisos,  idóneos, como una especie de invitación a ser  expuestos en algún lugar museístico como el tipo, el arquetipo de los tipos; el modelo.


 Trazado sinuoso, destila curva, refinado volumen del exceso natural del labio. Según los minutos pasaban,  un impulso irracional me dirigía peligrosamente al deseo irreprimible de besarla. Eran unos labios a caballo entre la insolencia de lo jovial y el academicismo más estricto, la ortodoxia y la heterodoxia en connivencia.

 
Un deseo que partía de lo evidente: de la angustia estética , de la tiranía de su atractivo y belleza. Un deseo que no necesitaba de procesos o fases de enamoramientos y admiraciones que desemboquen  en ese contacto entre bocas que es culmen de un sentimiento creciente en el tiempo. No, esto era una pulsión visual , una atracción esteta; que estaba refrendada por la absoluta seguridad de que unos labios así sólo pueden recibirte calurosamente,  envolviéndote hasta el exténuo con su cálida voluptuosidad, un disfrute literal, un goce del besar, del acto.


Iba asimilando los embates visuales de esta chica Franco-Peruana con pequeñas gotas filipinas , de ahí parte el coktail… Después, ya en el coche, seguí contemplándola , esta vez ella de perfil. Seguía inquieto, fulgurante, excitado por esa necesidad del beso. Algo debía hacer para liberar ese deseo, por algún lugar debía soltar aquella energía, tenía que desahogarme, exteriorizar.


Y bien amigos, en unos de mis giros de cabeza hacia su perfil, me quede observándola mientras ella permanecía inmóvil con su mirada clavada en la perspectiva de la ciudad que tenía frente a sí,  y…,  de pronto, quise besarla virtualmente,  acercando mi mano derecha hacia su barbilla, cogiéndola de un  modo complaciente, reteniendo mi mano alrededor de su mentón por unos segundos… y después , una vez retire la mano, - ese beso imaginario - , empecé a sonreir entre complacido y sorprendido por mi acción metafórica, disfrutando de esa curiosa ironía que suponía  el  que esta muchacha nunca sabría que había sido besada con un gesto.



                                           He aquí la protagonista del delito no cometido.