le feu follet

le feu follet
"Hay momentos de la existencia en que el tiempo
y la extensión son más profundos y el sentimiento
de la existencia parece inmensamente aumentado".


Charles Baudelaire.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Hacia la sabiduría.



El sabio nunca se indigna. Conoce la naturaleza del hombre y de las situaciones. La indignación proviene del desconocimiento de la naturaleza del alma y comportamiento humanos.

A menudo oigo la frase: "no hay que esperar nada de la gente"; este refrán popular , si bien es sabio, se enuncia con una literalidad que impide asimiliar fácilmente su alcance si no se indaga más sobre su origen intencional.

Pudiera sugerirnos una actitud por nuestra parte, una voluntad de no entregarse al otro por el temor fundado de una posible decepción, una falta de correspondencia. Así pues , este sabio proverbio nos da una receta, pero no nos explica a partir de qué reflexión asmilada debemos llegar a esta conclusión. Nuestra actitud de protección preventiva en nuestras relaciones por el mal potencial de la decepción debido a la falta de reciprocidad en los actos en el seno de cualquier relación entre las personas, ya sea de amistad o el amor, no nos sanará ni nos dará  paz interior; nos protegerá del disgusto pero nos cerrará el alma y  corazón a los demás, empobreciendo nuestra vida.

El sentido sabio y últil de esta frase popular debe tener en el origen de su concepción la asunción de la misma a través del conocimiento de la naturaleza humana. Debemos ser conscientes, ser generosos y asimilar la naturaleza traicionera y egosita del ser humano, pero no desde el rencor o con el dedo acusador hacia cada individuo, sino de una condición natural de la especie, una baja pasión que forma parte fundamental del instinto de supervivencia y rivalidad. 

Esta conclusión no es decepcionante; el sabio es conocedor de esta naturaleza originaria; mira , no con escepticismo al otro, sino con generosidad y la tranquilidad espiritual que le da su comprensión profunda , de manera que sus ofrendas al otro son puramente altruistas, no esperará nadie nada de los demás, o sí, pero si se produce la decepción, lo dará por válido y no sufrirá.

La experiencia de la vida hace que se vayan acumulando decepciones en nuestras memorias, las malas experiencias van dejando un poso de tristeza y decepción;   se hará mas presente según  pasan los años e irá cercenando nuestra ilusión por los demás. Estamos a tiempo de no dejarnos seducir por esta sirena de la autocomplacencia en la crítica hacia los demás como motivo de nuestras desgracias y plantear una sabia actitud de comprensión hacia la naturaleza humana, entendiendo como un regalo cada acto de entrega que recibamos de los demás o correspondencia, pues, al fin y al cabo, ¿porqué íbamos a ser correspondidos a cada acto bueno que proyectamos sobre nuestros semejantes?, ¿no es quizás dibujar un escenario poco maduro  e infantil acerca de la naturaleza del mundo?. Esta reflexión no es de naturaleza escéptica, sino la de reconocer la condición del mundo que nos rodea, para ahora sí, desde el conocimiento y la consciencia de no tener porque tener derecho a ser correspondido como  si las relaciones fueran una ley de causa efecto:    " no esperar nada de la gente", y mientras tanto,   mirar con bondad a los otros,  comprender sus egoismos y su falta de correspondencia, limpiando así nuestra alma de ese poso pesado que nos va cerrando el corazón e impide realizarnos, sentirnos en paz con nosotros mismos y en armonía con el mundo.