Jeanne está cada vez más seria, me mira con ojos cada vez más profundos. Tal vez sólo porque tenemos este nuevo apartamento, tan exquisito en su modestia. Se siente por fin en su nido. Ella que, como yo, ha rodado tanto tiempo de hotel en pensión. Para una mujer es importante hacer su nido. En cuanto a mí, nada retengo. Jamás he poseído nada. Pierdo los objetos, los amigos me roban los libros. Se cree fijada y cree haberme fijado. Cuenta con mi envejecimiento. La otra noche pasaba sus puntiagudos dedos por mis cabellos. Le dije:
- ¿Cuentas mis canas?
- Sí, son mías, las otras mujeres han tenido tus ridículos cabellos de hombre joven.
Pierre Drieu La Rochelle. Diario de un exquisito.