Nuestra existencia se debate y
contonea entre la inquietante, -para
unos- y excitante -para otros-, incertidumbre
del azar, y la apacible -para los unos- y tediosa -para
los otros- ,certidumbre de la rutina. Son dos conceptos que glosan el
devenir de la vida.
Aunque el concepto de rutina y las rutinas sean esencialmente lo
mismo, se hace necesario distinguir los matices de significado que el mal uso del
lenguaje les han adjudicado a cada una de las dos. La rutina está denostada de
un tiempo a esta parte; su utilización suele responder a frases del tipo: “su
amor se disolvió víctimas de la rutina”, “la rutina los mató”. Todo aparenta
como si la rutina fuera la culpable de los fracasos amorosos, sin embargo, quizás
la rutina sólo tenga la cualidad de sacar a
la luz aquellos amores basados en la excitación que produce lo nuevo o
impredecible, esto es, aquello que
proviene de lo imponderable del azar, según esa división que indicaba. Las rutinas, por otro lado, son aquellos hábitos
que generamos para dar estabilidad y orden a nuestra vida.
Las rutinas representan una
creación del hombre como protección frente a la imprevisibilidad del azar.
Pero, qué es lo que influye esencialmente en nuestras vidas, ¿ las rutinas o el
azar?. Parecería lógico pensar que cuando queremos definir a una persona
hablemos de sus usos y costumbres, de los espacios o lugares que le gusta
frecuentar y aquellos comportamientos que por repetición le
hacen sentirse seguro.
Las rutinas son un elemento esencial para vertebrar el orden en la vida, y como
consecuencia, generar un equilibrio mental y físico.
Volviendo a la pregunta sobre qué
es más decisorio en el devenir de nuestras vidas: ¿ las rutinas o el azar?. Para abordar esta cuestión es interesante poner de manifiesto la
concatenación temporal causa-efecto que
define una de las posibles relaciones entre ambas. En el azar está inserto el germen de la
rutina, nace de él, y se contrapone, debido a la contingencia de la vida creamos
las rutinas. El azar es preexistente, y la rutina es una consecuencia o un
efecto contrapuesto a la causa azar.
¿Cómo es posible, o qué
explicación puede tener el hecho de que en la naturaleza las leyes sean
determinadas y asombrosamente fijas, y la vida de nosotros los humanos esté básicamente
gobernada por el azar, lo queramos o no?.
¿No deberíamos ser autómatas dentro del sistema?, ¿no somos una pieza más
del engranaje?. Sería más coherente un
comportamiento absolutamente previsible en nuestro día a dí, respondiendo así simetricamente a esas leyes inquebrantables.
Lo que resulta paradójico y
contradictorio es que en la naturaleza las pautas de comportamiento de los fenómenos
físico-químicos son siempre las mismas, por lo que en un sentido estricto, el
azar en la naturaleza no existe.
Las leyes son inquebrantables, pero los fenómenos causa-efecto son de un número tal, que al ser humano se le hace imposible poder prever las consecuencias de cada acción que emprende. Así que , bajo este análisis, cabe pensar sobre el azar y la rutina, que como agentes presentes de forma peremne en nuestra vida - el primero por imposición, y el segundo por necesidad vital - , sean realmente, dos invenciones del hombre.
Las leyes son inquebrantables, pero los fenómenos causa-efecto son de un número tal, que al ser humano se le hace imposible poder prever las consecuencias de cada acción que emprende. Así que , bajo este análisis, cabe pensar sobre el azar y la rutina, que como agentes presentes de forma peremne en nuestra vida - el primero por imposición, y el segundo por necesidad vital - , sean realmente, dos invenciones del hombre.
El azar es un concepto inventado
por el hombre que pone en evidencia su incapacidad para prever las
consecuencias de sus actos y la incertidumbre de la contingencia.
La rutina se basa en el orden, y éste, cumple las leyes de la natiuraleza. Esta visión reafirma la hipótesis de que la rutina o el orden en el hombre es un acarcameinto a las leyes de la naturaleza, es una emulación, la creación de un micromundo que emula las leyes de la naturaleza, con la diferencia de que al ser en un ámbito limitado espacio-temporal, podemos descodificar y predecir las causas y efectos en el marco de esta microescala.
Según hemos avanzado en el pensamiento, hemos desembocado en que las rutinas son la evocación de comportamiento científico de la naturaleza, y que el azar, sólo existe como concepto en nuestras mentes.
Ahora me viene a la mente la relación existente entre las
rutinas y la actividad artística.
La obra de arte no es otra cosa
que esa evocación a un orden de la naturaleza. La obra de arte muestra , debido
a su condición de espacio finito, una imagen espectral de las leyes de la
naturaleza, codifica los ordenes subyacentes a nuestras vidas.
El arte es una necesidad de evocar aquello que
no podemos ni controlar, ni prever, y que, en la obra de arte es descodificado, mostrándonos a
nosotros mismos esa leyes de la naturaleza que están insertas en cada aspecto
de nuestra existencia pero que no acertamos a desgranar o determinar, salvo cuando
en un lienzo Mondrian, por ejemplo, nos habla de las relaciones cartesianas entre las líneas ,
las proporciones entre las manchas o las curiosas relaciones entre los colores.
Muestra, decodificado, una pequeña parte del universo, una representación finita de la mismas, aislada y desmenuzada. Este hallazgo milagroso que es el arte, nos permite sobreponermos a la incomnensurabilidad de la contingencia constante que nos apabulla, nos abruma y nos termina eliminando, por fin.
Muestra, decodificado, una pequeña parte del universo, una representación finita de la mismas, aislada y desmenuzada. Este hallazgo milagroso que es el arte, nos permite sobreponermos a la incomnensurabilidad de la contingencia constante que nos apabulla, nos abruma y nos termina eliminando, por fin.
De ahí quizás la necesidad del
arte, de sentir que entendemos lo que nos rodea, esa emoción que nace de la
contemplación de la obra como resultado una labor de criba, hasta poder
desenmascarar aquello que no podíamos aprehender por su complejidad, aunque en último término la emoción se manifiesta como resultado de la poética de la imagen de la obra, pero en ésta subyace el orden, siempre. El arte hace sentirnos inmortales porque vencemos a la naturaleza en espacios ordenados
finitos , y en otro sentido, -complementario- , la satisfacción de la comprensión de la misma.