Desde siempre, desde pequeño, a la hora de dar las
gracias, nosotros, en aquel tiempo niños, modulábamos nuestros gracias de
forma sincera.
Pues sí, así era. Un acto de normalidad y
autenticidad, un gesto de agradecimiento. En un gracias influyen dos cosas que
lo califican: qué variante escoges, y el tono que le des. ¡Oh Por Dios!, ¡qué
vasto mundo se abre ante nosotros ante tal pléyade de matices en la elección!.
Dicen que el lenguaje está vivo, y que va evolucionando; ¡desde luego!, he aquí
el motivo de la aparición de estas líneas.
La noche madrileña, a parte de mujeres guapas y
estilosas, tiene aparejado, a modo de contumaz penitencia, la recepción
de ataques auditivos no exentos de afectación, cuando no cursilería o pomposidad.
¡Qué contraste de percepciones sentidas al unísono!. Uno puede estar
contemplando un rostro sin tacha, bello y fresco, y al mismo tiempo recibir
emanado de su preciosa boca un: “mil gracias”, con tono autocomplaciente. ¡Es
irritante!, curiosa manera ésta de dar las gracias, por cuanto el número mil,
hasta donde yo conozco, nunca había sido expresado en tierras castellanas,
quizás será, por verter bondad sobre la cuestión, ¿un elemento importado del
colectivo extranjero latino?, mmm, lo dudo.
El caso es que, dar las gracias se puede convertir en
un acto de jactación personal; se acabó el “gracias” a secas, se acabó el
“muchísimas gracias”. Ahora, lo que se debe decir en cualquier situación,
si uno quiere ser cool-educado es: “mil gracias”. Es utilizado por el
regimiento de pijos afectados que desean transmitir algo más que un
agradecimiento. Es , en última instancia, un acto de reafirmación,
además, tiene mayor delito porque es utilizar una fórmula de
agradecimiento hacia el otro para el lucimiento propio.
Asisto a diario a este carrousel de “miles de gracias”
a través del tan celebrado distrito salamanca, que, con algunas excepciones que
lo pueblan, no es más que la representación de cierto provincianismo madrileño,
aunque provincianismos, hay muchos en todas las ciudades.
Mil gracias porque te sirven un café, mil gracias
porque te pasan una revista, y, para auto gozo del que lo emite, una expresión
de autocomplacencia en el que se dilata artificiosamente
la longitud temporal de lo pronunciado, hasta estirarlo lo suficiente para que
el protagonista sea el que lo emite, y no el que lo recibe.
¿Qué dirán cuando les den un premio importante?, ¿espetarán mil gracias?, ¿las mismas mil gracias que las del cafe?.
¿Qué dirán cuando les den un premio importante?, ¿espetarán mil gracias?, ¿las mismas mil gracias que las del cafe?.
Estos chicos y chicas se gustan. Espero que de tanto
oírlo no se pose en mí cual yugo sobre mis espaldas.
Hasta aquí lo destacable de un snobismo más, habrá más
entregas…
Muchas gracias.
Muchas gracias.