le feu follet

le feu follet
"Hay momentos de la existencia en que el tiempo
y la extensión son más profundos y el sentimiento
de la existencia parece inmensamente aumentado".


Charles Baudelaire.

martes, 26 de mayo de 2015

Así, a lo Bresson, a landscape from Jerez.





La mayoría de las fotografías de Bresson se caracterizan por el hallazgo de ese momento único que retrata una situación singular, condensada en una milagrosa y bella  coincidencia entre la disposición en el espacio y el instante fatídico en el tiempo. Una coincidencia que hace emerger, de forma incuestionable, una verdad nueva que el autor, con su don de la observación intuitiva es capaz de mostrarnos. Estas verdades que Bresson retrata, existen desde  siempre soterradas bajo un lodo . Nada nuevo descubrimos que no estuviera allí gritando a los sordos;  quizás, una de las misiones del arte sea hacerlas audibles al hombre por otros hombres;  eso es lo bonito.

Esta capacidad en Bresson para detectar aquello que es singular y al mismo tiempo trascendente, disfrazado de anécdota, lo obtuvo con mucha profusión a  lo largo de su carrera; la mayoría de sus grandes fotografías representan combinaciones de momentos vitales humanos singulares,  sumados a la relación con un marco natural o urbano que parece fundir al hombre y su entorno, como si ambos, jugaran a lo mismo.


El hombre y el entorno en relación, Cartier Bresson.
                                         

Pero este genio precursor, cuando se paraba en frente de un paisaje eminentemente estático, lograba,- bajo mi punto de vista - , captar la fuerza interior  de la naturaleza;  no desde la contingencia o ese azar congelado en la coordenada tiempo,  - el instante exacto no interviene-, sino que, desde lo que ya está ahí inmutable y visible al hombre diariamente, deviene el desconcierto que supone ver la condición extraordinaria en lo que vemos todos los días. Y es que, nada más cierto es,  que los humanos nos olvidamos de que las cosas que nos rodean diariamente son realmente extraordinarias.

Este tipo de fotografías , que todo lo contienen sin  esfuerzo desde la quietud y la paz, me fascinan:




Paisaje con arboleda en Francia, Cartier Bresson.



Hace unos meses,  contemplé una fotografía de un paisaje del sur de España. Se trataba de una fotografía en blanco y negro en la que se mostraba un paisaje estático en la que la línea del horizonte se situaba por debajo del ecuador del cuadro, dejando así, mayor peso visual al cielo. Aquella fotografía también me fascinó. Me pareció que unía las dos virtudes que he descrito en Bresson:   por un lado, el aspecto singular del momento en el que las direcciones en diagonales cambiantes de las nubes se combinan  con las líneas de pendiente de los diferentes planos de tierra de cultivo, formando entre sí una bella relación de espejo. Pero al mismo tiempo, esa circunstancia singular está integrada en un entorno estático donde  reina la quietud, y lo sencillo queda representado de forma tan elocuente que te vuelves a  sentir desconcertado.

Una  fascinación que uno percibe como si todo tuviera que estar así ordenado,  dispuesto para siempre y desde siempre;  la suavidad de las colinas, la sutil ligereza del vapor de las nubes hablando el mismo lenguaje que el terreno, y todo ello, enmarcando a todos los pequeños elementos que conforman nuestro mundo diario;  los árboles, las pequeñas casas, como pequeños accidentes  geográfcos integrados en este santuario de paz.


Fotografía de Maria Patsy, en Jerez, 2015.